Quedémonos
con sus nombres, Xavier Muro y Antoni Bayona, secretario general y
letrado mayor del Parlament de Catalunya, respectivamente, porque
igual le estarían prestando a este país desquiciado un servicio
extraordinario. Otra cosa es que hagan caso a sus informes pero
quienes aún respetan el Estado de derecho y velan por su correcto
funcionamiento deben tener muy presente que ajustarse a la legalidad,
defender su cumplimiento, es absolutamente primordial para que las
instituciones y los poderes públicos interpreten el papel que les
está asignado y garanticen que el ordenamiento jurídico es el que
prevalece.
Cierto
que el desafío independentista catalán no conoce de demasiada
racionalidad por quienes lo plantean, un camino escogido lleno de
caprichos y huidas hacia adelante y en el que no quieren saber nada
de aplicaciones legalistas pues igual frenan sus pretensiones o
tuercen el rumbo de su trayecto. A fe que lo han logrado: a fuerza de
no escuchar, de no dialogar, de enrocarse, han terminado haciendo
antipática la causa de la soberanía, legítima pero mal encauzada.
Y
han llegado a punto casi irreversible. Salvo que hagan caso a los
letrados del Parlament.
Resulta
que han convocado para el próximo lunes un pleno al que asistirá el
presidente de la Generalitat para explicar los efectos de lo ocurrido
el pasado 1 de octubre y quizás para declarar unilateralmente la
independencia o la República de Catalunya. Los señores Muro y
Bayona, cumpliendo con su deber, han rubricado un escrito ante la
Mesa de la cámara en el que advierten a sus componentes el deber que
tienen de impedir o paralizar iniciativas como la de convocar la
sesión para declarar la independencia.
En
el escrito, los letrados señalan que una declaración de
independencia tendría una “relación directa” con las
resoluciones parlamentarias y las leyes del referéndum y de
transitoriedad jurídica suspendidas por el Tribunal Constitucional
(TC). Por esta razón, añaden, “la
tramitación y eventual aprobación de una declaración” de
independencia estaría “afectada” por las anteriores sentencias
del TC.
No
es un acto de valentía el de los altos funcionarios: es el
cumplimiento del deber de informar y asesorar a los órganos de la
cámara para que sus actos se ajusten a la legalidad. Es un acto de
responsabilidad, al margen de cualquier connotación que se quiera
aportar. Y si alguien pregunta si entonces se va a hacer más caso al
informe de dos técnicos que a la supuesta expresión de un pueblo o
de una parte de él -sin entrar en el análisis de los múltiples
factores que concurren en el colosal desbarajuste-, hay que responder
afirmativamente: en circunstancias como las presentes, solo la
racionalidad, solo la aplicación de normas y resoluciones judiciales
hacen vislumbrar una salida en el intricado túnel.
Los
letrados también han advertido que, de acuerdo con las decisiones
que ha ido adoptando el TC, “los miembros de la Mesa del Parlament
tienen el deber de impedir o paralizar cualquier iniciativa, jurídica
o material, que directa o indirectamente suponga ignorar o eludir la
nulidad de las resoluciones parlamentarias afectadas por la
sentencia, los autos y los acuerdos de suspensión” del alto
tribunal. “El incumplimiento de este deber puede dar lugar a la
exigencia de responsabilidades de los miembros de la Mesa”, añaden
en su informe que, por cierto, determinados grupos políticos se han
apresurado a recordar que no es preceptivo ni vinculante. Eso sí: si
hubiera sido favorable, ya estarían diciendo lo de la ley nos
ampara.
Pero
si aún queda un mínimo de cordura, deberían hacerles caso. Es
imprevisible el rumbo que tomará este contencioso -por llamarlo de
alguna manera-, especialmente desde que entró en vía judicial, pero
en las advertencias de los letrados se adivina, aunque parezca tarde,
una salida a la crisis. Solo están pidiendo que no haya más
ilegalidades y solo están previniendo a quienes pueden incurrir en
ellas.
Háganles
caso.
1 comentario:
Me sumo a las acertadas palabras de salvador Garcia.
Fdo.: salvador Iglesias
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