El debate
está servido: ¿hay que limitar las llegadas de los turistas? Voces
empresariales han dicho nones. Desde algunos sectores políticos y
sociales, se apela a la racionalidad y a la insostenibilidad, sin
perder de vista la incidencia que da pie a la turismofobia. Es
difícil encontrar un punto de equilibrio en pleno período de
bonanza, en pleno ascenso de llegadas: las previsiones apuntan que el
presente año serán más de ochenta millones los visitantes
extranjeros, lo que significará un incremento de más de veinte
millones en diez años. Todos quieren más, aunque sea una lectura
simplista del fenómeno.
Pero bueno,
algunos expertos quitan hierro al asunto y esgrimen dos conceptos,
planificación y gestión, para paliar las sombras negativas
derivadas del volumen. Un ejemplo: la directora regional para Europa
de la Organización Mundial de Turismo (OMT), Isabel Garaña, ha
afirmado que “no hemos de tener miedo a las cifras sino a la
gestión”. Otro: la secretaria de Estado de Turismo, Matilde Asián,
dice que “es el momento de la gestión del turismo” y razona en
términos de que la gobernanza turística ha de significar
equilibrio, por lo que es primordial trabajar en la
desestacionalización y la desconcentración, “con el fin de
aliviar la presión turística de algunos territorios y aumentar las
llegadas a otros con mayor necesidad de incrementar su actividad
turística”.
Entonces,
todo da a entender que hay que esmerarse a la hora de planificar,
especialmente desde el punto de vista de la oferta y la captación de
mercados; y de gestionar no solo los recursos públicos sino también
los privados, pues se convierten en antídotos para evitar la
complicaciones de una sobreocupación y de una carga excesiva sobre
el territorio y los servicios. Esa incipiente tendencia de
seleccionar y no captar turistas “de cualquier manera”, como se
ha venido haciendo por la práctica totalidad de los destinos, es
interesante. Va a favor de la especialización: puede que ayude y
atenúe el rechazo al turismo.
Los
responsables de las instituciones y las administraciones tienen mucho
que decir, en ese sentido. Lo apunta el ex alcalde de Palma de
Mallorca y presidente de la comisión de Turismo de la Federación
Española de Municipios y Provincias (FEMP): “Gestionar una ciudad
es gestionar equilibrios”, ha señalado en este contexto. Y es que
las políticas turísticas, de las comunidades autónomas, de los
cabildos y de los ayuntamientos, son determinantes para seguir siendo
atractivos y a la vez no incurrir en la masificación y en
prestaciones insuficientes, limitadas o anticuadas. Miremos alrededor
del litoral canario con lo ocurrido este verano, sin ir más lejos.
Una gestión
eficiente del destino, pues, clave para que las incertidumbres
contenidas en el debate sean despejadas. Pero con hechos: lo demás,
ya se sabe.
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