Cuando
el dinero sale por la puerta, la independencia salta por la ventana,
si se permite la asimilación del refranero. Ya hubo algún amago, el
mismo día de la pseudovotación que nadie se atreverá a homologar:
cuando el Barcelona jugó con Las Palmas a puerta cerrada en el Camp
Nou para no verse privado de los puntos.
El
caso es -a la espera de lo que suceda hoy, en otro día calificado
como decisivo aunque luego no se decida nada- que el capricho
empecinado del nacionalcatalanismo está generando todas las
incertidumbres derivadas de la salida de las empresas del territorio,
de la caída del consumo y del freno al crecimiento turístico,
especialmente en Barcelona. Tal es así que el presidente del Banco
de España ya ha advertido con claridad del riesgo de corralito si se
materializa la independencia, con lo que Catalunya no tendría acceso
a la financiación del Banco Central Europeo (BCE) y su salida del
sistema euro sería prácticamente automática. Los vaticinios sobre
las pensiones y su viabilidad futura no son mejores: ¿quién las
pagara?
Panorama
delicado y complejo, pues. Standard & Poor's (S&P), una
de esas agencias de calificación crediticia que siempre aparece
cuando hay coyunturas económico-financieras que ellas mismas
contribuyen a forjar, ha alertado de la posibilidad de que Catalunya
entre en recesión el próximo mes, cuando el Gobierno de la
Generalitat tenga que hacer frente a préstamos bancarios que superan
los doscientos noventa millones de euros.
Las turbulencias catalanas
producen, según los expertos, un menor ritmo de crecimiento en el
resto de España, circunstancia que se puede acentuar en caso de
nuevas elecciones ya que la incertidumbre política y económica
podría llevar a una “sostenida caída en la confianza de las
empresas y consumidores y una potencial interrupción de los
negocios”, según señala S&P. Recordemos que el Gobierno de
España no ha ocultado que las previsiones de crecimiento para 2018,
de persistir estos condicionantes, se sitúan por debajo del 2,6 %.
“El
turismo se hunde en Cataluña”, es el titular de una información
periodística que refleja la desazón que ya predomina en círculos
empresariales y sectores profesionales. Las reservas caen un 50 % y
la hostelería, un 30 %. Son porcentajes inquietantes, desde luego.
La patronal catalana Foment del Traball también
ha insistido en “la grave situación social y económica” que
vive Catalunya y advierte de claros riesgos de insolvencia económica.
La
situación es particularmente delicada en la Ciudad Condal, donde
padecen las consecuencias acumuladas del conflicto propiciado por la
ordenanza de ocupación de vía pública, la aparición -en algunos
casos, violenta- de la turismofobia y los atentados de agosto en las
Ramblas. Al descenso apuntado del 50 % en las reservas hay que sumar
la visible caída de la actividad hotelera. Tan solo en Barcelona hay
setenta mil empleados en este sector. Las anulaciones de reservas y
las cancelaciones de eventos por parte de grupos, particulares y
empresas reflejan lo que ya algunos consideran un caos.
Cómo será de preocupante,
que muchos hoteleros están dejando una carta en las habitaciones de
sus clientes en la que explican que la ciudad funciona con
normalidad, que es segura y que acoge eventos de todo tipo.
En
definitiva, miren por dónde, el proceso separatista lleva camino de
hacer realidad el sueño de los turismófobos. Cuánta
razón en la pregunta del amigo catalán: ¿Cómo terminará todo
esto?
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