En
varios foros hemos hablado últimamente de Aire Libre (1943-1965),
un semanario de contenido
deportivo dirigido por Julio Fernández (ex jugador del Club
Deportivo Tenerife) y que aparecía los lunes. En él, de la mano de
Juan Cruz Ruiz, que ya se había hecho con un sitio entre los
colaboradores fijos, publicamos nuestro primer texto periodístico,
una breve entrevista con Andrés Carballo Rodríguez, compañero de
aula y jugador del Infantil Peñón. Teníamos once años: ahí ya
rumiaba la vocación.
Manuel
González Rodríguez (DEA Universidad de La Laguna) presentó en el I
Congreso de Periodismo Canario de la Real Sociedad Económica Amigos
del País de Tenerife una interesantísima investigación sobre los
orígenes del periodismo deportivo en Canarias, centrada
prácticamente en la evolución del semanario, nacido en pleno
conflicto bélico.
Nuestros
recuerdos de entonces alcanzan a ver un niño que a duras penas
tecleaba aquella vieja Olympia Lettera 22 a
los ojos de los abuelos y que acompañaba a Cruz en el campo El
Peñón, tomando notas, alineaciones y goles, para luego seguir hasta
la centralita telefónica ubicada en el edificio de Hernández
Hermanos desde donde se pedía
conferencia a cobro revertido para transmitir los resultados y las
primeras impresiones de los partidos vistos.
Pero
también son memoria de lo que ocurría los lunes, años sesenta,
cuando no se publicaban los periódicos sino Hoja del
Lunes, que también traía
información deportiva, aunque no tan abundante como Aire
Libre cuyos voluminosos paquetes
llegaban al Puerto alrededor del mediodía.
Era
enorme la expectación. Colas de compradores que aguardaban en la
plaza del Charco o se agolpaban en los exteriores de la Librería
Tenerife donde su propietario, Fernando Luis de la Guardia, muchas
veces se ocupaba personalmente de la venta o distribución mediante
una peculiar y doméstica fórmula: primero, los suscriptores -que a
veces eran de la semana anterior-; y luego el resto de compradores,
ávidos de resultados, de crónicas, de fotos y entrevistas. Al
fútbol regional dedicaban un generoso tratamiento. También al
boxeo, a la natación y a la lucha canaria. Los éxitos en estas
disciplinas eran siempre ponderados, como si se quisiera fomentar sus
valores y los afanes de superación.
La
publicación aparecía con cuatro y ocho páginas. Se vendía al
precio de una con cincuenta y dos pesetas. La gente esperaba, sobre
todo, por los resultados. Pero devoraba las crónicas de Álvaro
Castañeda, Tomás Cruz, Salvador Pérez 'Paladín', Modesto Delgado,
Rodríguez Mesa, Juan Villar, Andrés Chaves (Achaso), Antonio Nóbrega,
Somar... y las del propio Juan Cruz Ruiz. Había informaciones de
Andrés Llombet y Antonio Lemus. Perdón por las omisiones: seguro
que había otras firmas.
Por
fortuna, se conserva la colección, a la que se puede acceder en el
portal Jable, de la
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, un auténtico archivo de
prensa digital. También está en la biblioteca pública municipal de
Santa Cruz de Tenerife. Para los nostálgicos y para los
coleccionistas, es muy recomendable: el deporte más cercano al final
de los cuarenta, durante los cincuenta y en la primera mitad de la
década siguiente recibe un tratamiento periodístico digno. Aire
Libre, con sus limitaciones y en
medio de circunstancias nada favorables, se convirtió entonces en un
fenómeno de la comunicación.
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