jueves, 12 de septiembre de 2024

La sombra de Hitler

 

El partido de ultraderecha radical Alternative für Deutschland (AfD, Alternativa por Alemania) resultó triunfador en las elecciones celebradas en dos länder –estados federados– de la antigua República Democrática Alemana (RDA) el pasado 1 de septiembre. En Turingia ha ganado obteniendo el 32,8 % de los sufragios. En Sajonia ha quedado en segundo lugar con el 30,6 % de los votos. La respuesta al por qué de estos resultados es compleja y cada vez se vincula más a un sentimiento que apareció en el territorio de la antigua RDA en la última década del siglo XX: la Ostalgie (nostalgia del Este, en español). Se trataba de una visión idílica del pasado comunista que se ha transmitido de padres a hijos. Conviene tener en cuenta algunas características dada la evolución de los populismos y la implantación de los extremismos conservaduristas, siempre inquietantes. No basta, ya lo ven, con lo ocurrido en Francia.

En este relato, digamos que la RDA era presentada como un paraíso perdido, étnicamente puro, remanso de paz, tranquilidad, igualdad y seguridad. Un mundo feliz donde la población disfrutaba de extraordinarios servicios públicos universales, gozaba de un fuerte sentimiento de identidad y de estrechos lazos comunitarios.

El hecho de que fuera una dictadura resultaba poco significativo, ya que solo el 31 % de la población del antiguo territorio de la RDA se considera demócrata en la actualidad. Este supuesto ente perfecto desapareció en 1990 cuando se produjo la unificación por absorción de la RDA por la República Federal Alemana (RFA). Sin embargo, treinta y cuatro años después, sigue siendo anhelado por muchos de los habitantes de este territorio.

En este espacio desorientado y carente de identidad comenzó a expandirse, en la segunda década del siglo XXI, AfD, una organización política de nueva extrema derecha que presentaba dos importantes ventajas. La primera, que no pertenecía al viejo sistema de partidos heredado de la RFA. La segunda, que abogaba por restaurar ese paraíso perdido, lo que explicaría su éxito electoral. En el caso específico de Turingia, se sumaba una tercera: su líder Bjorn Höcke.

Según hemos podido leer, este profesor de Historia y Deportes nació en 1972 en Lünen (RFA), en el seno de una familia ultraconservadora procedente de Prusia Oriental (parte de Polonia y Rusia en la actualidad). Su padre le inculcó desde la más tierna infancia los principios fundamentales de la extrema derecha tradicional alemana: visión gloriosa del pasado, nacionalismo etnicista (Völkisch), racismo, antisemitismo, natalismo, defensa de las virtudes prusianas (sinceridad, modestia, honestidad, flugalidad, sentido del deber y del orden, etc.), homofobia y antifeminismo. Posteriormente, en sus años como estudiante y profesor, incorporaría otros conceptos vinculados a la nueva extrema derecha: negacionismo climático, euroescepticismo, antiglobalismo, rechazo por las políticas de género y los movimientos LGTBI y, sobre todo, islamofobia.

En 2013 se trasladó a Turingia que, a diferencia de los länder del oeste, era étnicamente más puro, como le había explicado su progenitor. Fue uno de los fundadores de AfD en este territorio y, aunque estuvo a punto de ser expulsado dos veces por sus manifestaciones pronazis y fue también procesado, terminó convirtiéndose en el líder del partido en este land.

Los planteamientos identitarios, autoritarios, nacionalistas, etnicistas, islamófobos, anticapitalistas y defensores de la solidaridad y de los lazos comunitarios, junto a su posición crítica con los “vencedores de Alemania” en la Segunda Guerra Mundial (Estados Unidos, Francia y Reino Unido) y su cercanía a Rusia, entroncaban con la Ostalgie y explicarían su triunfo en los comicios de primeros de mes.

Sin embargo, este indiscutible éxito electoral no le va a abrir las puertas del gobierno turingio porque no lo van a permitir el resto de partidos. Es más, aunque se convirtiese en presidente de este land, jamás podría poner en marcha su programa político.

Y es que en el sistema constitucional alemán, el jefe del Ejecutivo de un Estado federal no tiene capacidad para establecer políticas nacionales ni para modificar las leyes estatales, como las referidas a la emigración. Además, cualquier norma jurídica que se aprobase en el parlamento de Turingia y que fuera en contra de la Constitución alemana, la Ley Fundamental de Bonn de 1949, sería anulada por el Tribunal Constitucional Federal de Alemania.

Ni siquiera si Höcke se convirtiese en canciller federal podría poner en marcha su programa, ya que su contenido resulta claramente inconstitucional. De hecho, el único mecanismo que permitiría al líder ultraderechista hacer realidad su proyecto político sería un golpe de Estado triunfante en Alemania.

Esta esperanza distópica es alimentada por la cada vez mayor presencia de simpatizantes de AfD en las Fuerzas Armadas, los diferentes cuerpos policiales y la judicatura, como ha quedado demostrado en las diferentes operaciones involucionistas que se han desarticulado en el país germano en los últimos años. Pareciera que la sombra de Hitler va alargándose.

2 comentarios:

Esteban Padilla Acevedo dijo...

Hola Salvador, El pasado fin de semana, no recuerdo si fue el sábado o el domingo, en el programa de Javier del Pino, A vivir que son dos días, hablaron del auge de la ultraderecha en Alemania. Bastante interesante.
Desde mi modesta opinión, está naciendo otro germen con los mismos derroteros, con consecuencias nefastas. Espero equivocarme.
Saludos

Solo una opinion dijo...

Otra lectura a estos cambios de votación podría ser, la necesidad de que las posturas, ideas,...que se están viendo desfasadas por esta corrientes populistas , necesiten hacer autocrítica y analizar que no están haciendo para favorecer estos cambios. Echar culpas, no es la solución, los adoctrinamientos para lo bueno y para lo malo, creo que tienen más efectos con actuaciones honcretas