La
antropóloga estadounidense Margaret Mead, precursora en la
utilización del concepto 'género', determinante en los estudios y
las luchas feministas, escribió que “todo el mundo necesita tener
acceso a abuelos y nietos para ser un ser humano completo”. Las
circunstancias concurrentes en la crisis que no termina de irse han
puesto de relieve el papel de los abuelos en una sociedad que durante
muchos años ha visto y padecido pérdidas de empleo, recortes de
recursos o merma de ingresos. Los abuelos han venido a ser soporte
decisivo de no pocas unidades familiares y han contribuido
decisivamente, en muchos casos, al mantenimiento de los hogares.
Gracias a sus pensiones y ahorros (al menos los que pudieron
conservarlos y no fueron objeto de saqueo), han podido salir
adelante. Entonces es cuando muchos hijos y las familias políticas
entendieron bien esa frase de Mead: han sido seres humanos completos.
Es
verdad que la sociedad de nuestros días respeta muy poco (a veces,
nada) los valores de la sabiduría y la experiencia que atesoran las
personas mayores. El que se haya intensificado últimamente la
relación entre abuelos y nietos -los primeros han tenido que suplir
a los padres en muchísimos casos- ha revalorizado, de alguna manera,
el papel de los primeros, aunque sea en estancias cortas o períodos
vacacionales, no digamos cuando la convivencia es bajo un mismo
techo, intensa o duradera. Ese rol tiene un indudable beneficio para
los nietos: serían los depositarios del caudal de conocimientos y
experiencias que han acumulado los abuelos. Estos son vistos hoy,
acompañándoles, en casi todas partes: en consultas médicas, en
actos públicos, en parques, en estaciones o paradas de guaguas y
hasta en charlas de comunidades educativas o profesionales. El
aumento de las expectativas de vida favorece el desempeño y hasta
las responsabilidades de los mayores.
Curioso
también el comportamiento de abuelos y nietos durante el tiempo de
vacaciones en familia. Un sitio web turístico, jetcost.es, ha
publicado un estudio demoscópico, realizado entre tres mil abuelos,
mayores de cincuenta años, de seis nacionalidades (entre ellas, la
española) y que, al menos, tienen un nieto menor de quince años con
el que han estado de vacaciones. Tres cuartas partes de los
encuestados, el 74 %, respondió afirmativamente a la pregunta de si
habían ido de vacaciones con los nietos. Dos tercios de los abuelos,
el 65 %, admitió que abonaba todos los gastos. El precio medio
pagado por niño (en España) de todos los gastos se situó en torno
a los seiscientos cuatro euros.
Y
volviendo al principio: por qué estas vacaciones sin los padres. Las
respuestas de la encuesta van en tres grupos: a) Sus padres no tenían
vacaciones suficientes para poder participar en las vacaciones en
familia (48 %); b) Los padres no podían permitirse llevarlos de
vacaciones, así que lo hicieron los abuelos en un 33 % ; y c) De ese
modo los padres tenían unos días para ellos mismos (26 %).
Con los resultados en
la mesa, se trata ahora de valorar si estas tendencias se prolongan
porque tampoco parece positivo que todas las responsabilidades
recaigan sobre los abuelos, no sea que al final su ejercicio se
convierta, poco menos, en una profesión.
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