Somos
admiradores de Joan Manuel Serrat desde la adolescencia, desde aquel
célebre Tu nombre me sabe a hierba, desde
aquel amago de ponencia que fue presentada, al término del
bachillerato, a los alumnos del entrañable colegio donde quedaron
episodios y vivencias memorables, desde aquella referencia ganada
para entender la canción de autor, la poesía musicalizada, los
gritos de rebeldía y libertad y hasta para admirar las vanguardias
catalanas. El poco catalán que sabemos son las canciones memorizadas
de Serrat. Desde entonces, hemos seguido de cerca su trayectoria, le
hemos entrevistado, hemos visto hasta siete conciertos y hemos
hablado al finalizar uno de ellos en los camerinos. Excelente memoria
la suya, por cierto, cuando recordaba un episodio, en la antigua
estación del jet-foil, en el que cortésmente reprochaba lo de
“preguntas alambicadas”.
En medio
del desbarajuste que es el desafío independentista, Serrat ha dicho
una de las cosas más sensatas: “Este referéndum no representa a
nadie”. Además, subraya “la gran fractura social” que se ha
abierto en Catalunya.
Por
estas manifestaciones, al Nano, ya
abuelo, le ha caído hasta la undécima plaga de Egipto desde los
cielos nacionalcatalanistas. Acusaciones
y descalificaciones -ya presumen el tenor- multiplicándose
principalmente en redes sociales. Pero la cordura del cantautor, el
afecto que ha sabido granjearse, cuando no la admiración de miles de
personas que crecieron y se enamoraron con él, que reconocen su voz
y su verso, que son devotos de su obra universal, han terminado
imponiéndose de tal modo que el hashtag #JoSocSerrat
terminó siendo trending topic (tendencia, tema del
momento, palabra o frase más repetida en una red social), del
fin de semana. Los internautas, por lo que se ve, han valorado su
respeto, su tolerancia, y más que eso, su compromiso con la
democracia y la libertad. Libertad, por cierto, que el artista pagó
muy cara en otros tiempos.
Los
usuarios pidieron que a las diez de la noche del sábado sonara en
los hogares su canción más emblemática, Mediterráneo.
Otro título de su
interpretación, tomado de Miguel Hernández, Para la
libertad, también hubiera sido
de aplicación. La periodista gallega Mariluz Ferreiro, se pregunta
si a partir de ahora seguirá cantándose Paraules d'amor
(Palabras de amor) en las
fiestas de Cadaqués, donde en cada verano se juntan Puigdemont,
Rahola y Trapero. “Quizás convoquen una votación para decidir si
le expropian la canción a Serrat porque el autor no es digno de la
obra y la obra debería ser del pueblo, al menos de cierto pueblo”,
ironiza Ferreiro en La Voz de Galicia.
A
Serrat, desde luego, hay que agradecerle sus canciones. Su actitud y
su mensaje. El nacionalcatalanismo que
ha hecho tan antipática la causa del soberanismo le habrá puesto en
la lista negra. Nosotros, legítimos admiradores, no. Al revés: así
y ahora, acentuamos esa admiración.
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