Islandia,
allá arriba, en el extremo noroeste europeo, tan lejana y tan fría,
es noticia porque su selección nacional de fútbol se ha
clasificado, por primera vez en su historia, para el Campeonato
Mundial de Fútbol del próximo verano en Rusia. Pese al práctico
aislamiento impuesto por su ubicación geográfica, cuenta con una
economía de mercado, mantiene un estado de bienestar que presta
asistencia sanitaria universal y educación superior gratuita a sus
trescientos treinta mil ciudadanos. En 2009, fue clasificado por la
ONU como el tercer país más desarrollado del mundo.
La
noticia viene suplementada por las imágenes de las peculiares
celebraciones populares tras la conquista. Pero los elementos de
extrañeza y curiosidad deben conectarse, para empezar a encontrar
explicaciones, con los procesos sociales que la sociedad islandesa
viene experimentando desde hace años, una de cuyas conclusiones
estriba en que el país ocupa el primer lugar de la clasificación
europea en lo que respecta a adolescentes con un estilo de vida
saludable.
La
clasificación viene avalada por una investigación científica a
cargo del catedrático estadounidense de Psicología y pofesor
durante una parte del el curso en la Universidad de Reikiavik, Harvey
Milkman; y del psicólogo islandés, Gudberg Jónsson. Firmada por
Emma Young, el diario El País publicaba
recientemente una información de muy recomendable lectura en la que
dimensionaba los avances en las terapias aplicadas en Islandia para
el tratamiento de las adicciones a consumo droga, alcohol y otras
sustancias. “Si se adoptase en otros países -escribe Young,
refiriéndose a Milkman- el modelo islandés podría ser beneficioso
para el bienestar psicológico y físico en general de millones de
jóvenes, por no hablar de las arcas de los organismos sanitarios o
de la sociedad en su conjunto. Un argumento nada desdeñable”.
El trabajo del catedrático
norteamericano habla también del “sentido común forzoso” como
sustento primordial del gran éxito de Islandia que, a lo largo de
los últimos veinte años, ha logrado reducir de forma notable el
consumo de drogas, tabaco y bebidas alcohólicas entre los jóvenes.
La pregunta es: si Islandia lo ha hecho, ¿por qué los demás países
no siguen sus métodos y su ejemplo?
Allí
trabajan con un plan nacional denominado Juventud en
Islandia. No solo fueron leyes
restrictivas, incluso la prohibición publicitaria para la compra de
sustancias tóxicas, sino la modificación de hábitos familares,
sociales y educativos. Involucraron a tutores y padres hasta
conseguir una sensibilidad muy extendida. Compartir más tiempo,
conocerse mejor, fortalecimiento de los vínculos, determinante. Los
presupuestos de organismos públicos y federaciones deportivas se
incrementaron para favorecer el desarrollo de práctica y
competiciones. Los resultados, aunque siempre sea complicado
contrastar la relación causa-efecto, se notan: el país empieza a
ser una potencia deportiva, pese a todas las limitaciones que han de
ser consideradas.
Con amplios paraguas de prevención
y protección, los islandeses son ahora un pueblo más unido, mejor
vertebrado y con jóvenes más sanos desde todos los puntos de vista.
Young termina preguntándose: “¿Es que ningún otro país va a
decidir que estos beneficios bien merecen sus costes?”
2 comentarios:
Muy bueno. Comparto.
ejemplo a seguir, envidio y admiro a ese país, al que visito asíduamente
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