Ya
se ve cómo va palideciendo la aspiración independentista de
Catalunya: han terminado desdiciéndose en sedes judiciales, riéndose
hasta Tabarnia, escapando por los cerros de la artificialidad y el
simbolismo, luciendo incoherencias y, lo último, haciendo desplantes
al Jefe del Estado en ocasión de un congreso mundial de tecnología.
¿Así quieren los catalanes que los demás simpaticemos con su
causa? ¿Así es como pretenden ganarse el respeto del resto de los
españoles? ¿Son estos los perfiles de su república igualitaria?
¡Ah! La exclusión y sus tendenciosidades...
Vaya
paradoja: president del Parlament y alcaldesa de Barceñona no acuden
a la recepción oficial al rey Felipe pero luego sí van a cenar con
él y otras autoridades a la cena inaugural del congreso. Es un poco
lo del himno en la final de una competición futbolística: silban y
abuchean hasta ensordecer -eso sí: libertad de expresión- y luego
ovacionan si su equipo vence y el capitán recoge el trofeo.
Y
de traca es ya la petición del ex president de la Generalitat desde
su lajenía voluntaria: el Rey -ha dicho- será bienvenido a la
república igualitaria cuando pida perdón porque el Gobierno haya
aplicado el artículo 155 de la vigente Constitución Española, la
misma que los impulsores del proceso soberanista presumen de no
respetar.
Por
no hablar del discurso del president del Parlament ante los jueces
que provocó una reacción inesperada de unos cuantos de ellos.
Estos,
los de los desplantes y los que se refugian en la solidaridad con los
“presos políticos” son los que quieren un referéndum pactado.
¿Qué querrán concertar?
Nada:
no han sabido jugar, no han optado por la vía dialogada, se han
equivocado en las formas y siguen, erre que erre, empecinados en
imponer su particularísima reivindicación, aunque no esté amparada
legalmente. Nada: les da igual el saqueo que algunos cometieron y las
sentencias judiciales que lo prueban mientras se aguarda la
resolución de otros muchos y peores casos. Nada: como los
nacionalistas de mismo núcleo, o conmigo o contra mi.
De
verdad: ¿es así como quieren simpatizar, es así como pretenden que
la gente no diga que está harta del proceso y de los caprichos
unilaterales? ¿Es así como quieren convencer de que lo suyo no es
el pensamiento único?
Pero
las empresas se van, el adoctrinamiento desde una televisión pública
no se frena, las reservas turísticas decaen, aumenta el número de
desempleados y de la educación y la sanidad, para qué hablar.
Faltaban
los desplantes, acaso los últimos cartuchos. Qué valientes, qué
diestros, qué diligentes, qué especialistas en la distancia
corta... Y también qué soberbia, qué irrespeto y qué
oportunidades perdidas para, mostrando un poco de cordura, tratar de
dejar alguna ventana abierta.
No
se ven, no. Algunos empecinados, los que excluyen porque les da la
gana, así lo quieren. Allá ellos.
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