Primero fueron los contactos entre Albert Rivera (Cs) y Pablo
Iglesias (Podemos) para acercar posiciones en el enésimo intento de reformar la
Ley Electoral. Y después han sido las encuestas más recientes que confirman el
alza de la formación naranja, tercera en intención de voto.
El caso es que el Partido Popular (PP) ya siente el aliento de Ciudadanos en el
cuello. Curioso: parece sobreponerse a los casos de corrupción, a las
incertidumbres catalanas y a las tímidas revueltas internas, pero le inquieta
el crecimiento de Rivera y Arrimadas en tanto que sustenta un proceso de
implantación territorial, consciente de que si alcanza categoría de fenómeno
–como lo fue Podemos- sería un directo perjudicado.
Y montan los conservadores el contrataque. Rescatan una vieja
idea -algunos la estamos preconizando desde 1995- consistente en garantizar que
en los ayuntamientos gobierne la lista más votada. La han trasladado ya al
PSOE, que se ha mostrado partidario y ha sugerido, incluso, la fórmula de
aplicar una segunda vuelta tras los comicios municipales.
Es cierto que casi todos los intentos anteriores fracasaron
porque la voluntad política se diluía entre las dificultades de aceptación de
otros partidos y las estrecheces de tiempo. Este es un asunto que requiere calma
y negociación, desde luego, pues, de materializarse, produciría un vuelco
político considerable. En las propias organizaciones hay gente que se sigue
mostrando muy escéptica: es la más reacia a generar cambios de imprevisible
calado.
Básicamente, el PP pretende que acceda a la alcaldía el
candidato más votado, siempre y cuando superara el 40% de apoyos y obtuviera
una ventaja, hecho el cómputo de votos, de siete puntos. El PSOE parece que se
opone a esta segunda circunstancia, a la espera de aclarar la viabilidad de
pactos, y mantiene su alternativa de llevar a cabo una segunda vuelta entre las
dos primeras candidaturas una semana después.
Algo se mueve y el tiempo y las negociaciones dirán si los
partidos acercan posturas para alcanzar un acuerdo satisfactorio aunque no se
oculta que el interés de algunos de ellos lleva aparejado algún tipo de freno
para los que, como Ciudadanos, quieren aprovechar la intensidad de la corriente
y desembocar en una fuerza electoral con sólidas aspiraciones.
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