Las
estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE)
correspondientes al año 2016 son reveladores: el 60,9 % de los
hogares españoles tienen dificultades, con los ingresos que tienen,
para llegar a fin de mes. Un 27 % declara tener cierta dificultad; el
18,6 % dificultad y el 15,3 % mucha dificultad. En cifras globales,
sobre un total de dieciocho millones trescientos setenta y ocho mil
setecientos hogares, once millones cientos noventa y dos mil mil
sesiscientos se encuentran con problemas para cubrir sus pagos
habituales.
O
sea, que la macroeconomía irá muy bien y las grandes magnitudes
serán sobresalientes, que se hable de antes de la crisis será todo
lo significativo que se quiera, pero la realidad para muchas familias
españolas es distinta, dura y plagada de incertidumbres.
No
es de extrañar entonces que los actores sociales intenten extender
la sensibilidad con concentraciones y movilizaciones, incluso en
fechas más aptas para la diversión carnavalera, como las que ya se
han producido pidiendo el fin de la precariedad laboral y unas
condiciones de vida dignas. Ahora, para esta misma semana y para el
próximo mes de marzo, se anuncian otras en que volverá a escucharse
la voz de los pensionistas, alentada por las más recientes
declaraciones del propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a
propósito de la necesidad de ahorrar para complementar las pensiones
del futuro. Es tanto como decir que las mismas no darán para vivir.
No eran a humo de pajas tales manifestaciones: al día siguiente, el
Consejo de Ministros aprobaba una modificación de la normativa
reguladora de los planes de pensiones que, según algunos analistas,
se parece más a un producto financiero (más atractivo si se quiere)
que a un plan complementario de la pensión.
Lo
cierto es que penden muchas incógnitas sobre las pensiones,
independientemente de las cíclicas noticias sobre la merma de los
ahorros contenidos en su cada vez menos célebre hucha. Incógnitas
que inciden en la edad de jubiliación; en los cálculos según toda
la vida laboral o solo en los años más positivos y en la
recuperación de la senda del equilibrio financiero de la Seguridad
Social (Fátima Báñez dixit). E
incógnitas acentuadas cuando se sabe que el déficit de la Seguridad
Social creció en 2017 unos doscientos millones de euros hasta
situarse en los dieciocho mil ochocientos millones de euros. Ahora,
ante tamaña inceridumbre, se entiende que el ejecutivo haya dado luz
verde a la mejora de las condiciones de los planes de pensiones
privados. Posiblemente sea la prueba de que el sistema de pensiones
empieza a ser insostenible.
Y
así las cosas, es natural que la primavera nos traiga un paisaje de
movilizaciones y protestas, algunas de las cuales ya tienen
avanzadilla en las redes sociales. Para colmo, el presidente Rajoy no
se ha recatado a la hora de decir que el ahorro debe hacerse incluso
a costa de la educación de los hijos. ¡Uf! Si te coge... Los
registros del INE vuelven a ser ilustrativos: si hay un millón
doscientas mil familias con todos su miembros en paro y dos millones
de desempleados no perciben ningún tipo de ingreso, ¿cómo van a
poder ahorrar, cómo harán efectivo ese complemento que se predica?
Al fin de la
precariedad laboral, a la petición de condiciones de vida, dignas
habrá que unir también las pensiones dignas como factores de
motivación para que la población entienda bien lo que se está
jugando con vistas a un futuro no muy lejano. Que entienda cuáles
son los sectores que saldrán ganando. Por cierto, ¿cuándo se harán
públicos los beneficios de las aseguradoras y empresas del ramo?
El
bucle eterno.
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