Un referéndum que poco tiene que ver, desde sus resultados,
con recientes experiencias europeas. El de Ecuador, el pasado domingo, ha
dejado un resultado que, a priori, no solo significa una victoria del
pueblo sino un paso de gigante en los
procesos históricos del pueblo ecuatoriano. Su decisión ha sido terminante: el
63,6% del electorado aprobó la supresión de la Constitución de aquel país la
reelección indefinida de sus presidentes.
El pueblo, claramente, dijo ‘no’ a las componendas proclives
a la perpetuación en el poder. Las había concebido el anterior mandatario,
Rafael Correa, a quien debió parecer insuficiente su estancia en el poder, de
modo que tramó una fórmula para retornar y entronizarse. Va a ser que no: su
sucesor, Lenín Moreno, de su misma formación política, se armó de valor
político e hizo alarde de criterio propio para reconducir la situación hacia
los perfiles de orientación liberal que debía recoger la Constitución ecuatoriana
para cualificar la democracia y el pluralismo político.
Otro gran mérito de Lenín Moreno con este coraje político que
le convierte, mientras no se demuestre lo contrario, en un líder de los que
necesita el universo latinoamericano: quiere hacer frente a la corrupción
administrativa. Los pueblos del mundo, en general, están bastante cansados de
que lo público esté sombreado por la corrupción, de que esta galope sin freno
mermando credibilidad a la política y a los políticos. Ecuador no quiere ser una
excepción y su presidente abandera la lucha titánica -porque esa sí que es
titánica- contra la corrupción. Moreno sabe lo que se juega en el envite: el 74
% de los ciudadanos confía en él y en las medidas propuestas para hacer
efectivo el principio de tolerancia cero contra la corrupción. Ese altísimo
porcentaje respaldó el propósito de que, a partir del acto de votación, los
servidores y los funcionarios públicos que sean condenados por delitos de
corrupción sean inhabilitados.
El pueblo ecuatoriano, una parte del cual reside en España y
tuvo que retornar cuando se desató la gran crisis, ha dado una lección de saber
qué hacer y cómo votar. Ha dado un ejemplo de madurez. Ha dado un paso de
gigante para conducirse por la senda del civismo, de la transparencia, de la
alternancia y del pluralismo democrático. En tiempos tan difíciles para la
democracia, hay que congratularse.
Lenín Moreno se mostró agradecido al conocer los resultados:
“Gracias por incentivar a nuestros jóvenes a participar en política”, dijo. Es
palabra de estadista que piensa en su país, en su gente, en el futuro. Qué
bien.
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