Sin
alharacas y sin proyección mediática -cada quien es muy libre de
escoger los métodos para expresar o transmitir sus mensajes- la
Asociación Hotelera y Extrahotelera de Tenerife (Ashotel) y el
Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) del Puerto de la Cruz se han
dirigido al Ayuntamiento manifiestando su rotunda discrepancia con el
horario bajo el que se desarrolló el coso del Carnaval portuense
-empezó pasadas las seis de la tarde, casi cuando anochecía- y
solicitando que se vuelva a las inveteradas cuatro de la tarde, desde
que se celebraba en lunes aún en el antiguo régimen.
Lo
escribimos: iban a lucir poco los participantes e iban a disfrutar
bastante menos los turistas que, a esa hora, poco más o menos, están
ya cenando en sus hoteles, aun cuando algunos pudieran seguir el
desarrollo desde comedores privilegiados y habitaciones con balcones
que dan al itinerario. Un efecto añadido: consta que hubo algún
intento hotelero de organizar bailes o similares en sus
establecimiento después del coso pero, por tal horario, desistieron.
De
modo que la patronal turística y una entidad privada que todavía se
ocupa de menesteres promocionales -es posible que muchos ciudadanos y
otros colectivos también lo hayan hecho- objetaron lo que no dejó
de ser una simple y frustrante experimentación. Debería tenerlo en
cuenta el concejal delegado, Ruymán García (CC), quien hizo una
valoración del Carnaval excesivamente triunfalista y con poca
autocrítica en los medios de comunicación, mientras el malestar
entre amplios sectores ciudadanos se hacía palpable, principalmente
en redes sociales.
Es
curioso que ya se esté hablando del Carnaval de verano -cuando se
trata de desbarrar, es difícil encontrar un freno- sin que haya un
propósito perceptible de impulsar medidas y contenidos que
revaloricen las carnestolendas verdaderas, esas que se hacen a base
de ir creando progresivamente una cultura y un ambiente participativo
que garanticen la continuidad y sean, por sí mismas, un reclamo,
además de sustanciar la propia personalidad de la elebración.
Se
trata de introducir atractivos que favorezcan la concentración de
espectadores en núcleos apropiados;
de propiciar la creación de grupos locales y dotarlos con unos
mínimos para estimular su quehacer y de potenciar, con mejores
recursos organizativos, los números del programa que ya están
consolidados o pueden todavía crecer. Puede que el problema sea la
carencia de personas, de carnavaleros de ambos sexos, que en el
pasado se desenvolvían sin mayor interés que el de animar y hacer
que lucieran niños y jóvenes. No ha habido relevo, es verdad; y por
eso, hay que reintentarlo para generar esa cultura caranavalera que
dé paso a su vez a microindustrias productivas locales.
El
Carnaval portuense, para bien o para mal, tiene mucho de espectáculo
y eso obliga a cuidarlo. Ashotel y CIT, pero también muchos sectores
ciudadanos, han dicho que no al coso de las seis de la tarde del
sábado de Piñata, por ejemplo. Bueno, pues ya hay una base sobre
la que trabajar y reformular, a ver si de paso logran que algun canal
local de televisión ofrezca imágenes para esa mucha gente que no
puede salir de las casas y siempre quiere ver estas cosas siquiera
para tratar de reconocer a quienes desfilan o entretenerse con la
belleza y el ritmo de los participantes.
Ese
espectáculo no riñe con la personalidad diferenciada que en el
pasado tuvo el Carnaval del Puerto. Ahora, salvo contadas
excepciones, apenas tiene capacidad de atraer y se le ve entre difuso
y menesteroso.
1 comentario:
cada vez peor, horario absurdo como siempre nos ganan las palmas
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