Fueron
homenajeadas por acuerdo unánime del Consejo Municipal de las
Mujeres, en el marco de la conmemoración del 8 de marzo, Día
Internacional de la Mujer, y dentro de la octava edición de
“Retratos de las mujeres portuenses”. Fueron las primeras
trabajadoras sociales del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, cuando
volvieron los ayuntamientos democráticos y empezó a cambiar
paulatinamente el concepto de asistencia mediante los servicios que
iban asumiendo, creando y poniendo en funcionamiento.
Hablamos
de Beatriz Pérez de Ascanio Zuleta y María del Pino Pérez
Hernández, ambas fallecidas, que ayer recibieron una prueba del
respeto y aprecio que supieron granjearse durante su trayectoria
profesional. Debió ser un acto plagado de emoción, compartido por
compañeras y compañeros de trabajo, familiares y amigos, que las
recuerdan muy bien, por su desprendimiento, por sus desvelos y su
alta capacidad de comprensión hacia los demás.
Así
era Beatriz, incorporada al Ayuntamiento presidido por Francisco
Afonso en 1983 que, con los concejales Domingo Perera e Irineo
Machado, ya tejía la primera gran red de canarias de servicios
sociales municipales. Procedía de la asociación juvenil San Miguel
cuya experiencia aportó para la puesta en marcha de departamentos
como el de la atención a las toxicomanías. Se implicó en el
servicio de ayuda a domicilio y teleasistencia, en la organización
de campañas sociales y en iniciativas de la Cruz Roja española.
Pero también es recordada porque se anticipó en el concepto de
atención a las personas dependientes.
Sobre
María del Pino publicamos, bajo el título Pino,
la samaritana, una
entrada el 6 de mayo de 2011, cuando fue homenajeada con motivo de su
jubilación. Reproducimos lo que escribimos entonces pues sigue
siendo válido:
“Hay
personas que ejercen de samaritanas, esto es, ayudan a otras
desinteresadamente y sólo nos damos cuenta de su valor con el paso
del tiempo. Es el caso de María del Pino Pérez Hernández,
asistenta social durante más de treinta años en el Ayuntamiento del
Puerto de la Cruz a quien hoy rinden un homenaje en el Liceo Taoro de
La Orotava. No es sólo tal ejercicio que, en todo caso, deriva de la
función profesional que ha escogido o le han encomendado, sino el
cumplimiento de responsabilidades en el cada vez más complejo mundo
de los servicios sociales, una de las materias que más ha
evolucionado y tecnificado en los ámbitos de la administración y
que comporta unas exigencias cuya satisfacción no es nada
sencilla.
“Las responsabilidades que empiezan por escuchar los problemas, las penurias y las circunstancias de necesidad que transmiten las personas que no tienen otra referencia ni otro desahogo que el área o departamento de servicios sociales de un ayuntamiento. Luego siguen por el estudio y el encauzamiento de una posible solución: desde no disponer de vivienda a no tener recursos para abonar el alquiler, pasando por las cuatro exiguas paredes en muy deficientes condiciones. Están los otros problemas: los de atención sociosanitaria, los de una intervención quirúrgica pendiente, los de un ingreso hospitalario que no se consuma, los de una menor embarazada, los de ayuda a discapacitados, los tratamientos a toxicómanos, los de carencias alimentarias, los de rupturas familiares traumáticas, los de convivencia convulsa, los de hijos inadaptados, los de malos tratos, los de tramitación de pensiones o ayudas…
“Las responsabilidades que empiezan por escuchar los problemas, las penurias y las circunstancias de necesidad que transmiten las personas que no tienen otra referencia ni otro desahogo que el área o departamento de servicios sociales de un ayuntamiento. Luego siguen por el estudio y el encauzamiento de una posible solución: desde no disponer de vivienda a no tener recursos para abonar el alquiler, pasando por las cuatro exiguas paredes en muy deficientes condiciones. Están los otros problemas: los de atención sociosanitaria, los de una intervención quirúrgica pendiente, los de un ingreso hospitalario que no se consuma, los de una menor embarazada, los de ayuda a discapacitados, los tratamientos a toxicómanos, los de carencias alimentarias, los de rupturas familiares traumáticas, los de convivencia convulsa, los de hijos inadaptados, los de malos tratos, los de tramitación de pensiones o ayudas…
“De
todo eso, de estos dramas, sabe mucho Pino, a quien hemos visto
llorar cuando las colas de personas que demandaban sus servicios
desbordaban las dependencias municipales, aún finalizada la jornada
laboral. Ella seguía allí, como si de una doctora o de una
psicóloga se tratara. Probablemente, administrando la terapia del
consuelo y del ánimo; probablemente transmitiendo el único aliento
que los necesitados podían encontrar después de haber recorrido mil
y un lugares o haber agotado toda esperanza. Incluso, en los hogares
de los afectados, a donde se desplazaba sin reservas. Pino ha
conocido las interioridades de centenares de familias portuenses y a
todas ha procurado ayudar en la medida de sus posibilidades, en lo
que estuviera a su alcance, pese a que hubiera causas imposibles o
que los repetidores de las demandas perseverasen a sabiendas de que
no se había producido variación de la última contestación que
pudo haber sido, acaso, cuarenta y ocho horas antes.
“La
necesidad más acuciante, desde luego, fue o ha sido la vivienda.
Pino ha sabido de los apremios y de las presiones, de las necesidades
imperiosas y puede que de algún aprovechamiento. Ha conocido de
frustraciones y de los contentos tras un largo proceso de espera. Ha
baremado, ha explicado, ha pedido certificaciones y papeles que
faltaban, ha informado, ha incorporado a ultimísima hora y ha
sufrido también los disgustos y los dicterios de quienes, en algún
proceso, de promoción pública o de protección oficial, no
resultaron adjudicatarios y la señalaron, injustamente, culpable.
“Pino
ha conocido desde dentro la tremenda transformación experimentada en
su especialidad. Y ahora, después de tantos años, cuando llega el
momento de su jubilación, sus hijas y sus compañeros, amistades y
allegados, quieren transmitirle todo el afecto y todo el respeto que
ha sabido granjearse con su entrega y con su nobleza. Porque éstas
han sido las dos cualidades que adornan su trayectoria profesional y
su propia existencia.
Una funcionaria cabal, desde luego. Atenta, leal y servicial. La funcionaria que llegó procedente del jardín de la infancia del Cabildo Insular y que fue pionera a la hora de reivindicar derechos como el de la licencia por embarazo, cuando eso de los derechos era todavía una asignatura de la que apenas existían nociones. Ese papel de valedora lo prolongó luego, toda su vida profesional, con naturalidad y sin estridencias, haciendo efectiva la solidaridad precisa, como saben bien sus compañeras que contrastaron sus desvelos, en los tres primeros mandatos municipales democráticos, para contribuir a consolidar la red de servicios sociales del Puerto de la Cruz cuyo modelo sería luego asimilado por otros ayuntamientos españoles. Y por encima de todo, una mujer encantadora, esposa y madre ejemplar.
Pino, la samaritana”.
Una funcionaria cabal, desde luego. Atenta, leal y servicial. La funcionaria que llegó procedente del jardín de la infancia del Cabildo Insular y que fue pionera a la hora de reivindicar derechos como el de la licencia por embarazo, cuando eso de los derechos era todavía una asignatura de la que apenas existían nociones. Ese papel de valedora lo prolongó luego, toda su vida profesional, con naturalidad y sin estridencias, haciendo efectiva la solidaridad precisa, como saben bien sus compañeras que contrastaron sus desvelos, en los tres primeros mandatos municipales democráticos, para contribuir a consolidar la red de servicios sociales del Puerto de la Cruz cuyo modelo sería luego asimilado por otros ayuntamientos españoles. Y por encima de todo, una mujer encantadora, esposa y madre ejemplar.
Pino, la samaritana”.
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