La
escuela de negocios especializada en formación digital, The
Valley Canarias, parte de una
premisa muy clara: sin innovación, no hay desarrollo. Por eso, se ha
empeñado en optimizar los conceptos de productividad y
competitividad para que el destino turístico siga siendo pujante: se
trata de que el sector, principalmente el alojativo, se sitúe en
posiciones ventajosas a partir de una inversión considerable en
Investigación más Desarrollo (I+D) y acometa un impulso en negocios
innovadores e internacionalizables. En otras palabras, si se acepta
que hay que afrontar de lleno la sociedad del conocimiento, hay
acciones inaplazables. Tal como señalan algunos expertos, la enorme
capacidad de atracción de algunas de ellas fortalece las
potencialidades de viralización hasta el punto de repercutir muy
positivamente en la captación de nuevos clientes.
Pero
parece que el dicho al hecho, como en tantas otras cosas, hay un gran
trecho: la mitad de los empresarios considera que la transformación
digital ha contribuido decisivamente a reducir los costes y mejorar
su eficiencia, aunque lo que ha cambiado especialmente es la relación
con los clientes. ¿Y la otra mitad? No es que sean renuentes,
parece, pero necesitan convencerse y ser convencidos.
Hay
que aprovechar entonces esa corriente de preocuparse por la
innovación. Pensemos en el exceso de oferta y en la creciente
tendencia de clientes que exigen cada vez más. Eso requiere
respuestas apropiadas, más allá del voluntarismo y de las tibiezas
o insuficiencias. ¿Se puede subsistir con lo elemental?
Evidentemente, no.
The
Valley Canarias quiere incidir
en la evolución del perfil del turista convencional, cada vez más
consumidor digital. Eso propicia sus ansias de experimentar, de
investigar, de contrastar y de comparar para luego escoger y opinar
con fundamento. Incluso hasta hablan de potenciar las emociones en su
propio cuadro experimental. Por consiguiente, hay una personalización
que se antoja decisiva para captar y fidelizar clientela, de ahí la
importancia de saberse desenvolver en redes sociales y en el universo
del móvil.
Algunos
afirman, sin ambages, que el turista ya es digital. Puede o seguro
que no se cumpla al cien por cien pero los avances llevan camino de
eso. Quienes acepten o trabajen ya con esa 'digitalización' del
viajero, ya han entendido que es en Internet donde hay que conectar
con él, donde hay que trabajar en la ambivalencia de intercambiar y
disponer de información a un clic. El ejemplo lo tenemos con los
eventos y las convocatorias que se hacen con suficiente antelación.
La fluidez con que se active y circule la información es
determinante.
Dicen
desde esta escuela especializada que se empieza notar una
predisposición al cambio en el sector turístico. Sabemos que es un
proceso lento. Pero es imparable. Y ojalá que la velocidad de
crucero esté al alcance, sobre todo, en destinos turísticos locales
donde más cuesta responder al ritmo adecuado. Canarias debe estar
preparada para mantener niveles cualitativos ante las demandas de sus
millones de visitantes, entre otras cosas porque ya conoce de la
recuperación de destinos competidores.
Ya
saben: sin innovación no hay desarrollo.
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