Polémica pública entre el presidente del Cabildo Insular de
Tenerife, Carlos Alonso, y el presidente de la Federación Provincial de
Empresarios de la Construcción (Fepeco), Óscar Izquierdo. El primero quiere
“imponer” un mensaje al sector empresarial: “Es el momento de subir salarios y
tener un empleo de más calidad”. Izquierdo, como que rechaza esa imposición
(“es una gran imprudencia”, la califica), pues interpreta que el incremento
retributivo es competencia de los agentes sociales y se decide en el marco de
las negociaciones laborales colectivas.
Sin ánimo de terciar en la controversia, a primera vista, el
empleo del verbo ‘imponer’ no es muy afortunado: insistir en un mensaje, en una
idea, incluso de forma perseverante, parece más apropiado. A valorar si tal
declaración, de manera improcedente, descubre una estrategia o tensa aún más
las relaciones del presidente de la institución con el empresario y su sector. Alonso,
valor político agregado al margen, puede tener razón: la bonanza económica debe
repercutir en los asalariados y en las mejores condiciones laborales. De hecho,
los primeros síntomas de malestar entre los trabajadores y sus representantes
sindicales, en el marco de la economía productiva insular, fueron apreciados
cuando las cifras de récord del sector turístico no se veían correspondidas con
un mejor régimen retributivo y con la creación de puestos de trabajo, si bien
el esfuerzo de la patronal por hacer ver que lo segundo no se ajustaba a la
realidad, aportando periódicamente datos estadísticos en sentido contrario,
trata de disipar esa idea pues no quiere que se enquiste, obviamente.
Alguien estimará que Alonso hace una declaración para la
galería pero es difícil no participar, desde cualquier estamento social, de esa
aspiración. De hecho, relevantes dirigentes empresariales del país, tras muchas
penurias de quienes perdieron su empleo o vieron mermado su poder adquisitivo,
se han manifestado hace meses a favor de la subida de sueldos. Le ha
contradicho Izquierdo quien no quiere que los políticos se inmiscuyan en el
terreno de las relaciones laborales, con mensajes que igual las distorsionan
pues competen a negociaciones bilaterales o sectoriales. La negociación
salarial, en efecto, está en otras coordenadas. El presidente de la Fepeco, más
que defender el sector, lo que hace es advertir que no son buenas las
injerencias y que ya está bien de políticos tratando de contentar al personal
con planteamientos como el que nos ocupa.
Y aprovechando que los atascos en las autopistas se dan un
día tras otro, en el norte, en el sur y en el área metropolitana, y que las
soluciones se demoran para sufrimiento inconmensurable de los usuarios, se
produce el turno de alegatos a favor y en contra. El presidente del Cabildo
tinerfeño presume de acciones positivas y beneficiosas para la población joven.
Pone como ejemplo el programa Barrios por
el empleo que tuvo las bendiciones presenciales de la Casa Real y de Su
Majestad el Rey. El presidente de la Fepeco, por su lado, alega que en el plazo
de tres años, se ha creado empleo de calidad y estable. “La labor de los
responsables políticos -reprocha- consiste en que las administraciones públicas
funcionen bien, con eficacia y agilidad. Que se elaboren proyectos y se liciten
obras urgentes para solucionar los problemas de los ciudadanos”.
Un punto de convergencia se encontró en la polémica: Alonso e
Izquierdo coinciden en que se dan condiciones para mejorar el empleo y los
salarios ya que ha crecido la productividad. El objetivo es común: es lo que
quieren los empresarios pero habrán de negociarlo con los trabajadores. A ver
cómo lo desmenuzan, siquiera matizando las imposiciones y las imprudencias.
Porque el presidente de la Confederación de Pequeñas y Medianas Empresas
(Cepyme), Antonio Garamendi, ya ha anticipado que aunque es necesario un
acuerdo marco salarial, la idea de elevar el salario mínimo en convenio a los
mil euros, tendrá que esperar.
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