Este
8 de marzo es distinto. Se han empeñado las mujeres. Y lo han
logrado.
Es
su día.
En
la asociación, en el pueblo, en la ciudad, en la isla, en la
Comunidad, en el país. Y en otros muchos sitios.
No
se recuerda tanto empuje, tanta convocatoria, tanto llamamiento,
tanto entusiasmo, tanta y tan heterogénea actividad, tanto ámbito
que dinamizar para identificarse con la fecha, con su simbología,
para hacerla suya, para multiplicarla y para universalizar el
mensaje.
Todas
a una.
Hasta
una huelga contra la discriminación.
Hay
muchos factores que impulsan el grito y el ánimo de las mujeres.
Todos convergen en esta fecha: basta de violencia, de brecha
salarial, de desigualdad, de machismo, de incomprensión, de
supremacismo, de recortes, de vacíos, de exclusiones...
La
reivindicación se extiende por todas las islas, por toda España,
por todas partes. En unos ciento setenta países, la movilización es
un hecho en diversas formas. La participación, a tenor de ese
esfuerzo por poner punto final a los desequilibrios y a las
discriminaciones, o lo que es igual, para superar trabas y
obstáculos, viejos patrones, chocantes costumbres, es, será, lo que
las propias mujeres quieran para que todos seamos conscientes de que
su rol en la sociedad de nuestros días debe ser ponderado y
reconocido de otra manera.
Están
comprometidas las mujeres y se han empeñado, cada vez más
convencidas, de que el mundo puede cambiar, ser otro, y con ellas, en
cualquier vanguardia de ideas, de filosofía y de papeles proactivos.
Este
8 de marzo es distinto. Muy bien empleada toda la lucha en tantos
escenarios: empieza a cundir. Ya no es una anécdota, una evocación,
una historia reservada y unos motivos para movilizarse cada año.
Ahora es un compromiso multiplicado, un afán creciente, una noble
causa.
Todas
a una.
Igual
no se para el mundo pero que su propósito, aquí, allá y en todos
lados, es acreedor de respeto, seguro.
Es
su día.
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