El
tópico era 'otoño caliente', cuando se elevaba el mercurio de las
protestas y las reivindicaciones sociales, para apretar lo que se
pudiera en vísperas de la tramitación y negociación
presupuestaria. Era entonces cuando las calles se poblaban de
colectivos que expresaban su malestar, convocados por centrales
sindicales y organizaciones de distinto signo, hasta dar razón de
ser a la discrepancia y al clamor de la necesidad de mejorar. Hasta
ensayos había en esa época para luego desembocar en convocatorias
como aquella huelga general del 14 de diciembre de 1988 que arrancaba
con el corte de la emisión de Televisión Española para que no
hubiera duda alguna de que la cosa iba en serio. De aquel lugar común
estacional se ha pasado a la primavera, frenada aún por tormentas y
fríos siberianos, pero que acoge en vías y plazas españolas el
calor de mayores y pensionistas que se rebelan contra el el
incremento anual aprobado por el Gobierno.
Ha
sido un ejemplo de dignidad la lucha que parece incipiente. Igual no
eran muy conscientes de que iba a ser una batalla larga y dolorosa,
sin apreciables resultados -al menos a corto plazo- pero que son
determinantes para que las prestaciones ganen poder adquisitivo y
mejoren algo las condiciones de vida. Los abuelos, desde luego, están
dando una lección, por mucho que sean descalificados y por mucho que
se quiera minimizar el impacto de sus eslóganes y de sus pancartas.
Tendrán que jugar, como se ha visto, hasta contra las inclemencias
pero eso, probablemente, les hará más fuertes y estimularán sus
pretensiones. Las generaciones más jóvenes tendrían que fijarse en
los valores de este particular activismo. Sorprende, incluso, que
organizaciones juveniles no se hayan sumado a respaldar. Pero
bueno...
Esta
empieza a ser entonces una primavera de movilizaciones, alentadas
incluso por manifiestaciones públicas de miembros del Gobierno, cuyo
presidente, Mariano Rajoy, habló de la necesidad de ahorrar para
complementar las pensiones del futuro. Es tanto como reconocer que
las mismas no darán para vivir. Y no eran a humo de pajas tales
declaraciones: al día siguiente, el Consejo de Ministros aprobaba
una modificación de la normativa reguladora de los planes de
pensiones que, según algunos analistas, se parece más a un producto
financiero (más atractivo, si se quiere) que a un plan
complementario de la pensión.
Lo
cierto es que el encarecimiento del coste de la vida y la merma de
las prestaciones, dado que no se actualizan, condicionan hasta
límites asfixiantes el desenvolvimiento económico de muchas
familias, en las que, por supuesto, se ha resistido -en algunos
casos, a todos los efectos- con la aportación de las pensiones de
los jubilados, de los abuelos y de los viudos y viudas. Han sido, sin
exageración, una verdadera tabla de salvación en los últimos años.
Ante las carencias, ante los apremios -incluidos los alimenticios- y
los riesgos de exclusión social y laboral, las prestaciones del
'abuelato' han sido decisivas.
Penden
muchas incógnitas sobre las pensiones. Y el Gobierno se mueve,
porque ha contrastado que la protesta se ha extendido y va a en
serio. El ministro de Hacienda y Función Pública, Cristóbal
Montoro, ha revelado que su departamento trabaja en un “impuesto
negativo” para las personas mayores, equivalente al 'cheque bebé'
que cobran las madres trabajadoras durante los tres primeros años de
vida de sus hijos. También lo hace la oposición, que tensa la
cuerda tras la convocatoria de una sesión monográfica en el
Congreso anunciada por Rajoy. Reabrir el debate en torno al Pacto de
Toledo. La edad de jubilación, el cálculo de la vida laboral, la
recuperación de la senda del equilibrio financiero de la Seguridad
Social son otras de las dudas para encarar ese debate en el que el
ejecutivo se juega lo suyo. El déficit de la Seguridad Social se ha
situado al cabo de 2017 en los dieciocho mil ochocientos millones de
euros. Pero las cifras importan menos a quienes han dado ejemplo de
paciencia y tenacidad: lo que quieren es pensiones dignas. La
sostenibilidad del sistema que la procuren los políticos.
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