Definitivamente,
no hay suerte con el antiguo hotel/casino Taoro. Es como si una
maldición pesara para impedir que tan peculiar construcción sea
restaurada para restituir su uso residencial-turístico. O más
sencillo, descendiendo a lo terrenal, los humanos responsables no han
podido o no han sabido articular y vertebrar los mecanismos para que
el concurso público convocado para afrontar un proyecto de reforma o
remodelación esté dotado de los suficientes atractivos como para
que los presuntamente interesados, compañías especializadas o
inversores, se sientan atraídos, hagan números, participen e
intenten se adjudicatarios.
Pensemos
que todo el proceso se produce en plenas vacas gordas, es decir, con
un período expansivo o de crecimiento, precisamente teniendo al
sector turístico como dinamizador. Ya fue todo un mérito salvar el
uso en el ámbito de la institución, con informes técnicos que, en
un principio, no eran muy favorables que digamos. Después, fueron
aprobados los pliegos de condiciones que no sedujeron a quienes
podían ser aspirantes.
Y
ahora hay un último intento, también fallido. El periódico La
Opinión, de Tenerife, publicaba
en su edición de ayer una información en la que se señala que el
Cabildo Insular, propietario del inmueble, declara desierto el
concurso para arrendar el antiguo hotel, posterior casino de juego
desde 1979.
O
sea, que la edificación seguirá durmiendo el sueño del abandono,
del cierre sin (por ahora) remisión. Seguirá siendo un vestigio sin
uso ni provecho, un espacio inútil, un recinto que se deterirora por
fechas, por horas, donde habita el olvido y donde se alimenta la
frustración, acaso la prueba irrefutable de un infortunio que se
prolonga, quien sabe si eternamente.
Por
lo tanto, ni la oferta del destino se cualificará ni el teórico
valor de un hotel de lujo -sobre el que todos convienen que es muy
beneficioso y necesario para la ciudad- será, en sí mismo, un
aliciente, sobre todo en un parque natural lleno de atractivos y
donde hay hasta otros establecimientos para competir y aprovecharse
de las sinergias. Pero como si no interesara...
Duele
escribir esto pero el Taoro parece condenado. Sobrevivió a quiebras
empresariales y a incendios. A transformaciones. Está llamado a
seguir siendo el sello emblemático de una epoca en la que ya había
turismo cuando éste no se conocía como tal ni mucho menos como
industria.
Nos
queda la añoranza.
Pero
sirve de muy poco.
Como
duele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario