jueves, 3 de mayo de 2018

ECONOMÍA CIRCULAR

¿Qué es la economía circular? Muy sencillo: un modelo económico que plantea la gestión más eficiente de los recursos, desde su producción y consumo hasta el tratamiento y reciclaje de los residuos. A lo largo de los últimos tiempos, se ha venido hablando con insistencia de ella, “una fórmula en la que la revalorización de los residuos, la preservación de los recursos y la tendencia hacia el vertido cero abren la puerta al crecimiento cero y a la sostenibilidad”, según consta en la Declaración de Sevilla, suscrita por más de doscientos alcaldes, que está permitiendo contrastar que una suerte de 'revolución verde' está forjándose en el ámbito de lo local. Cierto que el ritmo de adhesiones e implicaciones va más lento de lo que se esperaba, según fuentes municipalistas, lo que significa que aún queda mucho trabajo de conocimiento y concienciación tanto institucional como social.
En ese empeño deben esmerarse los responsables tanto del sector público como del privado, hasta ser conscientes de los beneficios medioambientales -incluido el ahorro energético- que comporta la economía circular, así como de la oportunidad de generación de empleo y riqueza. La Comisión Europea, en diciembre de 2015, aprobó distintas medidas que configuraron un marco global que sirve de soporte a la transición hacia este nuevo modelo. En nuestro país, la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) se adhirió en septiembre del pasado año al “Pacto por una economía circular”, suscrito en el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente por más de medio centenar de entidades nacionales y representantes de todos los sectores institucionales, sociales y económicos.
En la difusión del alcance de la economía circular, hay un gráfico muy sencillo que, con el título 9 acciones útiles, ilustra lo que se puede hacer para aplicar el modelo: Cerrar el grifo mientras se enjabona, separar residuos, apagar aparatos electrónicos, desconectar electrodomésticos, usar bicicleta, usar pilas recargables, usar bolsas reutilizables y disponer de bombillas de bajo consumo. Se trata luego de contar a otros los beneficios que, resumidos en un año, se traducen en 1.350 kilowatios/hora menos, 54 litros menos de consumo de agua y 250 kilogramos menos de basura. Con ello se salva un árbol.
En la aludida Declaración de Sevilla, se resalta el importante papel reservado a los gobiernos locales en las acciones de fomento y desarrollo de una economía circular, al tratarse de la administración más próxima y que mejor puede prevenir los impactos medioambientales, en colaboración, claro está, con los vecinos.
En ese sentido, se aboga por el desarrollo de estrategias locales que favorezcan el vertido cero, el reciclaje (especialmente de los biorresiduos), la reducción de los desperdicios alimentarios, el fomento del ecodiseño, de la prevención de residuos, de la reutilización y el reciclaje y el fomento de la compra pública de productos verdes.
En esta fase incipiente de implantación y sensibilización, sería muy positivo que la comunidad científica se involucrase con programas de investigación y desarrollo de la economía circular y que estos trabajos, a ser posible, fueran incluidos en las estrategias locales a las que hemos hecho referencia. Sería otro sólido soporte para contrastar el alcance de este nuevo modelo.