martes, 15 de mayo de 2018

EMPLEADOS POBRES: EL MAYOR PORCENTAJE

Los datos son de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE): casi el 15 % de los hogares españoles donde al menos hay un miembro de la unidad familiar que tiene un empleo, viven en condiciones de pobreza laboral, energética, de alimentación y de salubridad. Detrás de España, Turquía. Y otros países como Costa Rica (15,9 %), China (25 %) e India (18,5 %). La conclusión es que España es el país europeo con mayor porcentaje de empleados pobres, es decir, personas que, aún con trabajo, viven bajo el umbral de la pobreza.
La OCDE fija su propio criterio sobre ese umbral: lo marca en el 50 % de la media de los ingresos disponibles en cada país, de forma que España figura entre los más pobres dado que existe la denominada pobreza laboral que es un fenómeno de recuperación económica junto con la preponderación, que son las consecuencias del crecimiento económico español, tantas veces destacado por el propio presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, al referirse a su escalada en el marco de la Unión Europea (UE).
El informe de la OCDE destaca el apartado de los jóvenes pues llega a hablar de “crisis permanente” de los comprendidos entre 18 y 25 años que están bajo el umbral de la pobreza (22,1 %), en tanto que los mayores de 65 años, son el 5,9 %. Los datos comparados permiten contrastar que España está lejos de la realidad de Irlanda, Alemania, Chequia, Irlanda, Bélgica, Finlandia o Dinamarca, naciones donde no se conoce la pobreza laboral y donde todo da a entender que en el mercado laboral se abren expectativas para los jóvenes que quizás no encuentren en España.
Pero la propia OCDE advierte que no todo se soluciona con la creación de empleo, sobre todo si este se caracteriza por la temporalidad, la inestabilidad o la precariedad. Y es que hay personas que tienen trabajo pero siguen siendo pobres porque sus ingresos no alcanzan la media de la Unión Europea. Lo corrobora el hecho de que casi cinco millones de personas en nuestro país tienen un débil o bajo régimen retributivo y sufren, consecuentemente, la pobreza energética, la desnutrición infantil y hasta la falta de atenciones sanitarias.
Los datos ponen de relieve, por otro lado, la desigualdad de la que tantas veces hemos hablado. Habría que añadir la exclusión social. Y la pobreza, de acuerdo con lo que comentamos. La OCDE es tajante cuando tal como afirma la profesora Ana de Luis Otero, componente del Comité de Derechos Humanos, Económicos, Sociales y Culturales (Comité DESC, de la ONU), “la contracción de las rentas percibidas por el trabajo es uno de los principales factores de aumento de la desigualdad, puesto que los beneficios ya se han recuperado y cada vez se distribuyen más en forma de dividendos y no de salarios o de inversión productiva”.

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