Los
datos son de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
(OCDE): casi el 15 % de los hogares españoles donde al menos hay un
miembro de la unidad familiar que tiene un empleo, viven en
condiciones de pobreza laboral, energética, de alimentación y de
salubridad. Detrás de España, Turquía. Y otros países como Costa
Rica (15,9 %), China (25 %) e India (18,5 %). La conclusión es que
España es el país europeo con mayor porcentaje de empleados pobres,
es decir, personas que, aún con trabajo, viven bajo el umbral de la
pobreza.
La
OCDE fija su propio criterio sobre ese umbral: lo marca en el 50 % de
la media de los ingresos disponibles en cada país, de forma que
España figura entre los más pobres dado que existe la denominada
pobreza laboral que es un fenómeno de recuperación económica junto
con la preponderación, que son las consecuencias del crecimiento
económico español, tantas veces destacado por el propio presidente
de Gobierno, Mariano Rajoy, al referirse a su escalada en el marco de
la Unión Europea (UE).
El
informe de la OCDE destaca el apartado de los jóvenes pues llega a
hablar de “crisis permanente” de los comprendidos entre 18 y 25
años que están bajo el umbral de la pobreza (22,1 %), en tanto que
los mayores de 65 años, son el 5,9 %. Los datos comparados permiten
contrastar que España está lejos de la realidad de Irlanda,
Alemania, Chequia, Irlanda, Bélgica, Finlandia o Dinamarca, naciones
donde no se conoce la pobreza laboral y donde todo da a entender que
en el mercado laboral se abren expectativas para los jóvenes que
quizás no encuentren en España.
Pero
la propia OCDE advierte que no todo se soluciona con la creación de
empleo, sobre todo si este se caracteriza por la temporalidad, la
inestabilidad o la precariedad. Y es que hay personas que tienen
trabajo pero siguen siendo pobres porque sus ingresos no alcanzan la
media de la Unión Europea. Lo corrobora el hecho de que casi cinco
millones de personas en nuestro país tienen un débil o bajo régimen
retributivo y sufren, consecuentemente, la pobreza energética, la
desnutrición infantil y hasta la falta de atenciones sanitarias.
Los
datos ponen de relieve, por otro lado, la desigualdad de la que
tantas veces hemos hablado. Habría que añadir la exclusión social.
Y la pobreza, de acuerdo con lo que comentamos. La OCDE es tajante cuando
tal como afirma la profesora Ana de Luis Otero, componente del Comité
de Derechos Humanos, Económicos, Sociales y Culturales (Comité
DESC, de la ONU), “la contracción de las rentas percibidas por el
trabajo es uno de los principales factores de aumento de la
desigualdad, puesto que los beneficios ya se han recuperado y cada
vez se distribuyen más en forma de dividendos y no de salarios o de
inversión productiva”.
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