Leemos
que la brecha salarial tardará casi siete décadas en cicatrizar.
¡Acabáramos! Setenta años, setenta. Aún contando con que quienes
manejan los hilos no se enreden ni se encaprichen y con que los
gobiernos aprueben políticas eficaces de igualdad, la estimación es
estremecedora. Hijos y nietos, y los futuros habitantes del mercado
laboral, los partidos políticos, tendrán que hacer un soberano
esfuerzo. En cualquier caso, con esas perspectivas, la equiparación
salarial va a seguir siendo una de las banderas fijas en el debate
social y político y en el ámbito reivindicativo durante mucho
tiempo.
En
España, la brecha salarial está calculada en que las mujeres cobran
casi un treinta por ciento menos que los hombres. Un informe de los
técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA) valora que las razones
de ese desequilibrio hay que encontrarlas en que existe, por un lado,
una mayor tasa de mujeres en situación de temporalidad y de
contratos a tiempo parcial cuyos ingresos anuales no superan el
Salario Mínimo Interprofesional (SMI); y por otro, una menor
proporción de mujeres ocupando los puestos mejor retribuidos. El
mismo informe señala que la brecha está sujeta a las
especificidades de la edad, de la comunidad de residencia, del nivel
de salario y también del sector económico en que se trabaja.
¿Dónde
la brecha? En términos absolutos, se registra en la actividad
financiera y aseguradora a pesar de ser el sector donde, en términos
medios, la mujeres perciben más ingresos. Los datos señalan que,
aún así, ganan menos de la mitad que los hombres. Según los
responsables de GESTHA, la brecha se sitúa por encima de los quince
mil ochocientos euros. Claro que aunque en empresas de estas
actividades las mujeres cobran, de media, treinta y mil doscientos
once euros, el sector solo engloba a un 2,7 % de las asalariadas.
La
mayor diferencia, en términos relativos, reside en el sector
primario. La brecha asciende hasta un 64 % en las actividades
agrícolas, ganaderas y pesqueras, en las que las mujeres cobran casi
tres mil euros menos que los hombres. Por contra, las menores
desigualdades se registran en los sectores inmobiliario y de la
construcción, donde las mujeres (con un ingreso medio de dieciséis
mil seiscientos ochenta y siete euros) cobran cuatrocientos cuarenta
y cinco euros menos que los hombres, por lo que la brecha es del 2,7
%, si bien la menor desigualdad solo afecta al 3,4 % de las mujeres
asalariadas.
Siempre
según GESTHA, las diferencias retributivas que afectan a un mayor
número de mujeres trabajadoras, un 30,7 %, se concentran en el
ámbito de los servicios sociales, como Administración, Seguridad
Social, defensa, educación y actividades sanitarias que son
prestados por las distintas administraciones públicas.
Con
estas cifras, es evidente que hay que seguir luchando y
reivindicando, sobre todo hasta que los gobiernos sean sensibles,
acrediten voluntad política y operen de forma que las políticas de
igualdad formen parte de sus programas y acciones. Y es que el
horizonte temporal señalado al principio nos parece escalofriante.
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