miércoles, 23 de mayo de 2018

EN PLENO DESASOSIEGO SOCIAL

¿Casualidad o mensaje intencionado?
El mismo día que las cuatro asociaciones de jueces y las tres de fiscales completaban su calendario de paros para reivindicar ante el ministerio de Justicia una serie de mejoras para que la administración funcione mejor, con más medios y con más eficacia, era detenido por la Guardia Civil un ex ministro de José María Aznar, Eduardo Zaplana, a quien se le imputa un presunto delito de blanqueo de capitales.
Otro terremoto político: España se está viendo sacudida por lo de Catalunya -crisis que ha entrado en un callejón sin salida y tiene hartos a millones de catalanes y españoles, cada vez más enconados- o por lo del narcotráfico inatajable en Algeciras y La Línea de la Concepción o por otros asuntos de inquietante calado como ese aumento de la violencia o por la suerte de los Presupuestos Generales del Estado que materializa hoy, por cierto. Hasta las redes sociales han acentuado movimientos o expresiones de malestar y hartazgo, a propósito de ponerse en oblicuo: cuando pasa todo esto, es que quieren desviar la atención y se recurre al monumental fraude electoral de Venezuela, con descalificación adjunta, en audiovisual, de Rodríguez Zapatero, observador internacional.
Cualquier hecho, lo que se quiera, pero que nadie pierda de vista esa incertidumbre en el poder judicial. Fiscales y jueces pidiendo por un lado la dimisión del ministro del ramo, y este tratando de calmar a los profesionales diciendo que hay una negociación en marcha y que sus propuestas están siendo tratadas en pos de una solución satisfactoria.
La justicia española anda en busca de una mayor credibilidad. Veremos si la huelga de estos servidores públicos sirve para ganar independencia y para lograr una modernización palpable de la Administración. Es en lo que vienen insistiendo. Quieren mejorar las condiciones profesionales de los componentes de la carrera judicial. Y aspiran -como aspira el conjunto de la sociedad- a contar con una justicia moderna, eficaz, ágil y tecnológicamente competitiva. Si ellos mismos reconocen la existencia de estas demandas, si ellos mismos han parado varias fechas sin colapsar la prestación de los servicios pero haciendo visibles sus protestas en el exterior de juzgados y sedes judiciales, es que las asociaciones de fiscales y jueces, además de oponerse a las injerencias del ministerio -suena mal, desde luego, pero son esos colectivos quienes así lo expresan- quieren garantizar derechos y asegurar la calidad de la respuesta.
De momento, y a la espera del resultado de la negociación, las reivindicaciones y la huelga ponen de relieve que hay disfunciones, que no se arreglan y que progresivamente van minando la credibilidad. Entre tanto desasosiego social, esto, la huelga de fiscales, jueces y servidores públicos no viene nada bien.

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