Desde
aquellos cada vez más lejanos tiempos de la infancia en Venezuela,
se acumulan los recuerdos que fueron forjando la vocación
periodística con la lectura de los dos periódicos de referencia, El
Nacional y El
Universal, cuyas ediciones
impresas, tamaño sábana, con suplemento, pesaban lo suyo y daban
para leer unos cuantos días. Qué lejos andábamos entonces de
conocer la tremenda transformación que habrían de experimentar.
Nos
inclinamos por El Nacional. Para
enterarnos de los resultados de la Liga española, de los registros
deportivos, de las carreras de caballos y de los sucesos que los
padres apenas dejaban leer. Hampones y farándula fueron dos términos
de la época que ya quedaron grabados junto a las Grandes Ligas donde
intervenían algunas figuras del béisbol venezolano. De vez en
cuando, ya afincados en la isla, llegaba algún ejemplar en cuyas
páginas encontrábamos información rigurosa, la del terremoto de
1966, por ejemplo. Muchos años después, cuando las comunicaciones
acortaban las distancias y los métodos de distribución,
terminábamos comprándolo en el quiosco de Lobato, en la plaza del
Charco.
El
rotativo era un modelo. El Nacional era
el periódico, sin duda, una de las cabeceras de mayor prestigio y
más reconocidas no solo de la prensa venezolana sino de toda
Hispanoamérica.
Comprometido
con los valores democráticos, con el pluralismo y con la libertas de
expresión, el medio sigue pagando un precio muy alto por su línea
editorial crítica, por su discrepancia con el modo de hacer del
régimen chavomadurista. Cuando
aquella fugaz caída de Hugo Chávez, sustituido de forma inusitada
por Carmona Estanga, El Nacional no
solo saludaba la llegada de una nueva era para Venezuela sino que fue
de los primeros periódicos en retirar símbolos, propaganda y
contenidos chavistas. Jamás se lo han perdonado.
Y
a pesar de que ha resistido, empieza a sentirse asfixiado. El
suministro de insumos, especialmente papel, que afecta también a
otros muchos periódicos del país, hasta el punto de que han tenido
que cerrar, tiene a la empresa acogotada. Pero también la
persecución política. Y las sanciones. Y el hostigamiento tanto a
directores, que han tenido que exiliarse, como a redactores y
profesionales que han sufrido las presiones, el acoso y las
intimidaciones que cabe imaginar. Sobrevive, a duras penas, con un
número reducido de páginas, la edición impresa, en tanto que la
versión digital también se ve amenazada por los dicterios del
régimen y el refugio hallado en la red, como espacio de libertad
para seguir acreditando la independencia y el compromiso, es
igualmente socavado.
No
podemos por menos, ante un caso de esta naturaleza, que expresar la
solidaridad con quienes siguen librando esa lucha por la
supervivencia, casi desesperanzados del todo. Lo último es la
apertura de un procedimiento sancionador, acusado el periódico por
la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) de incumplir la
Ley de responsabilidad social en radio, televisión y medios
electrónicos. La citada Comisión ha llegado a exigir a la edición
digital de el-nacional.com “abstenerse
de publicar noticias y mensajes que puedan atentar con la
tranquilidad de la ciudadanía”. Quienes crean que no existe la
censura, ahí tienen para convencerse de su existencia y de sus
consecuencias. Las autoridades venezolanas, más o menos legitimadas,
responsabilizan al medio de incitar y promover el odio, en una
supuesta infracción del articulado de la Ley contra el odio, por la
convivencia pacífica y la tolerancia. La laxitud del artículo 14 de
la norma hace temer lo peor a la hora de imaginar las resoluciones
del régimen. Miren si no:
“La
difusión de mensajes a través de las redes sociales y medios
electrónicos que promuevan la guerra o inciten al odio nacional,
racial, étnico, religioso, políticos, social, ideológico, de
género, orientación sexual, identidad de género, expresión de
género y de cualquier otra naturaleza que constituya incitación a
la discriminación, la intolerancia o la violencia se encuentra
prohibida”.
El
Nacional, un título por
excelencia en el ámbito mediático, tratará de resistir. En
condiciones muy precarias, desde luego. Cuestión de héroes y
titanes. Los venezolanos saben que es uno de los últimos bastiones,
así que solidaridad y ánimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario