Seguro
que no quería rivalizar con los oradores que, en el Congreso de los
Diputados, debatían la moción de censura a Mariano Rajoy. Pero será
interesante conocer la comparativa de audiencias, siquiera por
curiosidad. La noticia inesperada, como la calificó el presidente
del Real Madrid, era relatada en primera persona por el propio
Zinedine Zidane, el laureado entrenador. Para sorpresa general, sin
cumplirse aún una semana de su última conquista continental. Vaya
pase, vaya ruleta de las que hacía en la cancha... Ni la volea
sublime de Glasgow, aquella con la que su equipo ganó la octava para
seguir amasando la leyenda, ya en color.
Hay
unos cuantos amigos madridistas que ya no tendrán Zidane que
criticar. Aunque el equipo ganase por goleada y sus cambios
influyeran en el rumbo del partido, le denostaron hasta Kiev en el
exitoso paseo de títulos que inició desde que llegó. No se dejaban
deslumbrar por el meteórico recorrido, una suerte de estallidos que
no se apagaban en cualquiera de los cielos donde se celebraba el
campeonato sino que pasaban a engrosar un palmarés difícilmente
igualable. Desde luego, mucho tiempo ha de transcurrir para que algún
club se sitúe a su nivel. Puede que los mismos amigos sean los
primeros en reivindicarle si al sucesor no le acompaña la fortuna
pues, a fin de cuentas, el fútbol sigue siendo un juego con buena
parte de azar en sus entretelas. La flor, el alineador, el no jugar a
nada, el no haber ganado a La Roda, sus caprichos, la dependencia de
la pegada, la 'potra' de los campeones... en fin, el caso es que,
salvo en contadas ocasiones, Zidane le ganó hasta a los tópicos.
Nos
quedamos, eso sí, sin las muletillas, sin los latiguillos, esas
frases o esos términos que, según la definición, se reiteran en la
conversación. El Diccionario de la Lengua Española los conceptúa
como voz o frase que se repite mucho por hábito. El abuso trasluce
un empobrecimiento del lenguaje o una carencia de recursos
dialécticos. Zizou, coloquial nombre adjudicado a uno de los
futbolistas mejor dotado técnicamente de todos los tiempos,
utilizado también durante su gloriosa etapa de entrenador, debe ser
disculpado pues las imperfecciones de su castellano eran evidentes,
pero él todo lo arreglaba con la repetición del vocablo 'contento',
en singular y en plural. En sus comparecencias mediáticas, donde
siempre hizo gala de mesura, Zidane lo utilizó a discreción. El
rendimiento de... “Estoy contento”. La subida de los
defensores... “Estamos contentos”. El ritmo del segundo tiempo...
“Nos deja contentos”. Es probable que alguien se lo haya hecho
ver, para ganar en credibilidad expresiva, pero o no hizo caso o no
aprendió mucho. Aunque él fue contratado para conquistar puntos y
títulos, otros menesteres.
El
caso es que hay una razón de ser en estas frases miméticas, en
estos vocablos tan manidos y de los que habrá otros muchos ejemplos
en ámbitos no necesariamente deportivos: se trata de un recurso o de
un soporte con el que tratar de apoyar una frase o una respuesta.
Ayudan a salir de los bloqueos o a salvar dificultades sintácticas,
ha escrito un estudioso. Son voces o locuciones frecuentes, más
menos estereotipadas, en el habla coloquial pero también en las
respuestas micrófono o grabadora mediante. Wikipedia admite
que si la muletilla excede de una palabra puede ser una frase hecha.
Sin Zidane, tanto sus detractores como los que creyeron en su
sapiencia, entonan el adiós a una de las palabras más empleadas en
su discurso: ya no habrá más contentos. Se va su campeón.
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