Julio de 2001. El primer astronauta español, Pedro Duque,
apadrina, en el Puerto de la Cruz, la vigésima edición del Festival
Internacional de Aeromodelismo -luego fue de Aeronáutica- que lleva el nombre
de la ciudad. Le acompaña el director de la Agencia Espacial Europea en España,
Valeriano Claros Guerra. Diserta en el Ayuntamiento un sábado por la tarde,
donde firma autógrafos y unas láminas preciosas, en azul, de cómo se ven las
islas desde el espacio, fotografiadas por él mismo. Visita la explanada del
refugio pesquero que, algún día, se supone, acogerá un parque marítimo, donde
hay helicópteros y material militar cuyos responsables le explican las
características y los ejercicios del día siguiente. Es domingo, en efecto, y
ocupa un lugar destacado en la tribuna de autoridades, junto a la reina de los
festejos, Sonia González Toledo, y su corte de honor. Recibe las más cálidas
ovaciones. Al final, más autógrafos y más fotos con el astronauta que llegó al
espacio por un anuncio de prensa, según refleja Belén Molina en las páginas de La Opinión.
-En 1990 leí un anuncio en el que pedían profesionales con
carreras científicas superiores, como ingenierías, que quisieran ser
astronautas. Parecía una broma pero los seiscientos o setecientos españoles que
nos lo creímos, respondimos.
Pedro Duque fue uno de los cinco españoles seleccionados. Ahí
empezó a ser astronauta: recibió una exigente formación por espacio de seis
años en el Centro de Desarrollo Tecnológico e Industrial de la Agencia Espacial
Europea (ESA), en la que se incluían viajes y estancias en Estados Unidos.
Viajó al espacio en 1998. Formó parte de la tripulación internacional del
transbordador Discovery, en la Misión STS-95 de la NASA. Participó luego en el Laboratorio
Columbus desde el que España se integra en la Estación Espacial Internacional:
“Nos convertimos en ciudadanos de pleno derecho de la Estación”, manifestaría
ante los periodistas que le siguieron en la ciudad norteña.
Hurga que te hurga en la memoria pero no logramos determinar
cómo Gilberto Hernández Linares, un apasionado de la aviación, promotor y
ejecutivo de aquel Festival, logró conectar con Duque y persuadirle de que el
evento ganaría mucho prestigio con su presencia. Debió ser su amistad con
Claros Guerra y algunos otros contactos con profesionales del Ejército el
sustrato de aquel padrinazgo. El caso es que, ayudado por los ediles Jesús
Galindo y Ángeles Marrero, consiguió que el primer astronauta español viviera,
junto a los portuenses y ciudadanos de otras latitudes, unas jornadas
memorables en las que tuvo tiempo para visitar las instalaciones del
Astrofísico, en las alturas insulares, y no faltaron declaraciones muy
sustanciosas, como que “el futuro de la Luna es el de una gran base científica”
o “hay una gran demanda para trabajar en Canarias en el ámbito espacial”. Y
esta otra, también reflejada por María José Marichal en Diario de Avisos: “Además de la ingravidez, tienes la sensación de
culpabilidad, al poder ver la belleza del planeta Tierra desde fuera”.
Bueno, pues ya lo saben: ese ingeniero aeronáutico y
astronauta es ahora ministro de Ciencia, Innovación y Universidades del
Gobierno de España que preside Pedro Sánchez. Seguro que recordará aquellos
días de fiesta en Tenerife, cuando habló de la preciosa visión de las islas
desde el espacio. Que tenga suerte y aciertos en sus cometidos “terrenales”.
Del espacio al ministerio, pasando por Canarias.
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