Definen
la radio comunitaria como un tipo de medio de comunicación cuya
propiedad es de una entidad sin ánimo de lucro. En ella, la
ciudadanía aprende a ejercer su derecho a comunicar de una forma
veraz, atractiva y respetable.
Las
cifras de las que se dispone actualmente revelan que estamos en
puertas de un nuevo fenómeno comunicacional. En España,
efectivamente, ya son unas cinco mil personas las que producen
contenidos en las radio comunitarias sin ánimo de lucro del Estado.
El 36 % de esta modalidad de emisoras genera entre seis y quince
programas propios; y el 56 % emite la misma cantidad de espacios
creados en otras radios. La franja de emisión más habitual es la de
los lunes a viernes por la tarde. Predominan los contenidos
culturales (86 %), musicales (75 %) y de derechos sociales (72 %).
Una encuesta de la Red de Medios Comunitarios (ReMC), realizada entre
treinta y seis medios comunitarios asociados y colaboradores (radios
en su inmensa mayoría), revela que la principal fortaleza es su
implicación en la comunidad y en la participación ciudadana, lo
cual se refleja en que hasta un 53 % gestiona el medio de manera
participada mediante grupos de trabajo formados por quienes generan
los contenidos.
Claro
que el fenómeno parece estar lejos de eclosionar positivamente. Es
más, las radios de este tipo se enfrentan al serio problema de
carecer de licencia. Y lo que es peor: por ahora no se advierte la
voluntad de una regulación legal. El nuevo Gobierno presidido por
Pedro Sánchez tendrá que hacer frente a esta y otras dificultades:
ya son siete años en los que se incumple la Ley General de
Comunicación Audiovisual. Hasta ahora no se contemplaba la
planificación de licencias para este modelo de operadores.
Dependerá
pues de la voluntad política y de los acuerdos que se pueda alcanzar
en el marco de un Congreso donde la debilidad parlamentaria del
ejecutivo es palpable. A mediados del pasado año, por cierto, la
Cámara baja aprobó una Proposición No de Ley (PNL) en la que se
instaba al Gobierno a cumplir lo concerniente a la citada Ley
General. Las circunstancias y la inactividad administrativa
incidieron en las demoras y en los incumplimientos, para desespero de
la ReMC y de sus responsables que comprueban cómo el problema crece.
Hablan de una miopía incomprensible.
Uno
de ellos, el coordinador de Legislación y Derecho a Comunicar,
Javier García, considera que “la regulación de los medios
comunitarios no es un problema del sector audiovisual sino parte de
la solución. Proteger y promover estas radios y televisiones
ayudaría a reducir las emisiones pirata, esto
es, con ánimo de lucro pero sin autorización”.
En
Canarias, el problema también se va agrandando. Según la citada
ReMC y la Red de Investigación en Comunicación Comunitaria,
Alternativa y Participativa (RICCAP), entre las doscientas radios y
televisiones comunitarias, existen en las dos capitales de provincia
y en otras localidades. Esto quiere decir que habrá que estar muy
atentos para contrastar la cobertura legal y la evolución del propio
fenómeno. Téngase en cuenta que tanto el infradesarrollo normativo
como las limitaciones de los recursos económicos y financieros son
factores adversos para los promotores. Pero lo que no puede ni debe
ocurrir es un crecimiento incontrolado: ya pasó con las televisiones
locales, algunas de las cuales desaparecieron y otras subsisten sin
soportes legales, dando contenido a una realidad difícilmente
controlable desde cualquier punto de vista.
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