No
se ha hecho esperar la queja de los empresarios turísticos. El
presidente de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos
Turísticos (CEHAT), Joan Molas, ha expresado su decepción con el
primer organigrama del nuevo Gobierno presidido por Pedro Sánchez:
integrada la materia turística en la cartera de Industria y
Comercio, entiende que la omisión del término 'turismo' en las
primeras declaraciones de los nuevos responsables es preocupante.
Molas
porfiaba por la creación de una Secretaría de Estado potente,
dependiente directamente de la presidencia del Gobierno, o sea, un
departamento que “no quede relegado a un cajón de sastres con un
presupuesto exiguo y una tarea difusa como viene siendo tradicional
en los últimos gobiernos”.
Su
crítica va acompañada de un ofrecimiento: colaboración directa con
los nuevos responsables políticos “para que, de forma leal y
sincera, conozcan la realidad de aquellos que cada día han de
mantener la mayor industria de nuestro país, el turismo, y deseamos
poder comenzar a la mayor brevedad posible a marcar objetivos comunes
para la consolidación de un futuro prometedor para el sector
hotelero”.
Con
mayor o menor rango en un organigrama administrativo, lo cierto es
que el turismo requiere de un tratamiento político relevante, sobre
todo ahora que se aprecian indicios de la recuperación de otros
mercados directamente competidores con el destino español. Pero no
depende solo de las administraciones públicas -recordemos que cada
comunidad autónoma tiene sus competencias- y de la voluntad que
acrediten para coordinar sus esfuerzos y potenciar la marca España,
sino del propio sector privado, a ver cómo se ha preparado durante
el período de vacas gordas.
En
efecto, algunos asuntos exigen iniciativa y coordinación para
encauzar su viabilidad y las soluciones que se planteen. Ahí
tenemos, por ejemplo, la irrupción de las viviendas de alquiler
turístico con una posible distorsión de la oferta; las dudas no
despejadas del modelo de desarrollo; la economía sumergida que
incide en la productividad y puede generar una imagen falsa; la
sostenibilidad que aún tiene recorrido que hacer y la turismofobia
que, por fortuna, en algunos lados no ha aflorado pero en otros
desnuda una inquietante tendencia de rechazo social.
España
aspira a seguir encabezando el escalafón de competitividad y para
ello los sectores público y privado están condenados a entenderse,
algo más que una frase hecha, tal como evoluciona el sector en
nuestro país y tal como hay que esmerarse para asumir e impulsar las
nuevas tendencias y para consolidar la captación de mercados. A
ello, además de las cuotas de productividad, hay que añadir la
capacidad para generar empleo estable y cualificar la formación
profesional.
El
propio Joan Molas no se olvida de una necesaria armonización
normativa para atender con eficacia asuntos que, como las medidas
fiscales o la política aeroportuaria o los operativos del Imserso,
dependen de otros ministerios.
Veamos
cómo se desenvuelve la nueva secretaria de Estado, la balear Isabel
Oliver Sagreras, que atesora la experiencia de haber gestionado la
competencia turística en el Consell Insular de Mallorca y de haber
participado en la tramitación de las leyes turísticas de su
comunidad. Le aguardan -y no es un tópico- unos cuantos desafíos,
dudas empresariales aparte.
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