La
prohibición del plástico en determinados productos es una de las
nuevas normas que introduce la Comisión Europea para intentar
reducir la presencia de ese material que, como escribimos ayer,
representa el 85 % de la basura marina. Los productos de plástico de
un solo uso no podrán comercializarse cuando haya alternativas
fácilmente disponibles y asequibles. Se aplicará la prohibición a
estos productos: platos, cubiertos, pajitas, agitadores de bebidas,
bastoncillos de algodón y palitos de globos de plástico, que
deberán estar fabricados exclusivamente con materiales más
sostenibles. Los recipientes de bebidas de un solo uso de plástico
solo podrán comercializarse si sus tapas y tapones permanecen unidos
a ellos.
La
Comisión Europea tiene claro que los Estados miembros habrán de
reducir el uso de los recipientes alimentarios y de los vasos de
plástico. Los fabricantes contribuirán a cubrir los costes de la
gestión y la limpieza de residuos, así como de las medidas de
sensibilización relacionadas con los recipientes alimentarios, los
envases y envoltorios, los recipientes y vasos de bebidas, los
productos del tabaco con filtro, las toallitas húmedas, los globos y
las bolsas de plástico ligeras. Igualmente, los Estados miembros
estarán obligados a recoger el 90 % de las botellas de bebidas de
plástico de un solo uso de aquí a 2025 mediante sistemas de
consigna, por ejemplo.
Importante
es lo dispuesto sobre requisitos de etiquetado, exigidos a algunos
productos que deberán llevar una etiqueta clara y normalizada que
informe sobre el modo de eliminación de los residuos, su impacto
ambiental negativo y la presencia de plásticos en ellos. Este
requisito se aplicará a las compresas higiénicas, las toallitas
húmedas y los globos.
Los
países integrantes de la Unión Europea tendrán que poner en marcha
otras medidas de sensibilización entre los consumidores. Los efectos
de tirar plásticos de un solo uso y artes de pesca, así como la
disponibilidad de sistemas de reutilización, han de ser vigilados en
la que se vislumbra como una ingente tarea a cargo de la
Administración y de los ciudadanos.
Está
claro que los residuos de plásticos son nocivos y significan un
auténtico derroche al que hay que poner fin. Las instancias
europeas, aún a sabiendas de lo difícil que resulta la
concienciación, confían en que se repita el éxito de la Directiva
de 2015 sobre las bolsas de plástico que tuvo una acogida muy
favorable y surtió efectos muy positivos tal fue el comportamiento
de los consumidores.
Y
en Canarias debemos estar muy atentos. Hace escasas fechas, el
periódico El País publicaba
un interesantísimo reportaje firmado por Manuel Planelles y que
titulaba El paraíso canario donde acaba nuestra basura.
Aludía al parque natural del
Archipiélago Chinijo, al parque marítimo terrestre más importante
de Canarias y la reserva marina más grande de Europa. Planelles
subraya el testimonio de Alexis Rivera, biólogo y técnico de la
organización ecologista WWF en las islas Canarias: “Aquí llega la
basura del planeta”, le dijo en La Graciosa, en la paradísiaca
playa del Ámbar, en la isla La Graciosa. Algunos datos son
escalofriantes: en 1950, la producción mundial de plástico rondaba
los 1,7 millones de toneladas. En 2016, la compañía PlasticsEurope
registró hasta 335 millones de
toneladas. Al significativo aumento, hay que añadir el corto ciclo
de vida de muchos productos plastificados y la bajas cifras de
reciclado. Citando fuentes de la Comisión Europea, tan solo un 30 %
de los residuos de plástico de la Unión Europea son recogidos para
ser reciclados. ¿Y dónde termina lo que no se recoge? Muy sencillo,
a menudo, en el mar y en las playas.
Sobre
la misma playa graciosera, ha elaborado un minucioso trabajo la
investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y su
equipo, Alicia Herrera. Sus registros, también reflejado en el
reportaje, no son menos impresionantes: el 52,7 % de las muestras
recogidas en la arena eran de fragmentos plásticos y un 35,6 %, de
petróleo. “Cantidades alarmantes de basuras marinas menores de
cinco milímetros (microbasuras); y de cinco milímetros a dos
centímetros (mesobasuras) durante todo el año”, se señala en la
investigación que concluye con que se trata de una de las playas
canarias que mayor acumulación presenta por su orientación.
Más
datos reveladores de un problema de envergadura: en cada temporada de
voluntariado, se recogen entre 4.500 y 6.000 kilos de basura en todo
el parque. Hay que sumarlos los 20.000 kilos que, por su parte,
recoge el Organismo Autónomo Parques Nacionales, dependiente del
ministerio de Medio Ambiente, propietario del 98,5 % de la superficie
que ocupa la isla La Graciosa, casi dos mil setecientas hectáreas.
Alexis
Rivera, uno de los protagonistas de este reportaje, es rotundo: “El
parque es muy frágil y si las visitas no se hacen de forma
controlada, pueden afectarle”. Así que bienvenidas sean las
directivas y de las disposiciones de la Comisión Europea -y de los
Estados miembros- antes de que paraísos como el de la playa
graciosera se conviertan en vertederos y espacios irrecuperables.
La
guerra al plástico está declarada. Pero hay que ganarla.
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