Porque Paco Lobatón confiesa abiertamente su causa, la de las
personas desaparecidas, desde el prólogo de este libro, titulado Como
estrellas de mar, se adivina una clara intención: ser útil a quien lo
necesita, a quien en el fondo de su alma se resiste a una suerte fatal y
alimenta esperanzas, aunque parezcan tan inconexas que no adquieren forma de
expectativas. El autor fue descubriendo e hilvanando, durante unas dos décadas,
los testimonios de quienes resistían, familiares y allegados de las víctimas,
que “reconvertían en fortaleza su debilidad -escribe- en un movimiento de
regeneración parecido al de ciertas especies vivas, como las estrellas de mar,
capaces de restituir partes completas de su organismo, seccionadas, laceradas,
perdidas”.
Hay una explicación
humana posterior de la dimensión física apreciable, en el ámbito vegetal o
animal, tras aquel fenómeno que él mismo califica de fascinante: “Cuando se
trata de personas, la regeneración que he percibido en ellas acontece en el
espacio anímico, en el armario donde conviven sentimientos y pensamientos”,
dice Lobatón en un ejercicio de sinceramiento que otorga carta de máxima
fiabilidad a su trabajo. Porque no ha buscado la exageración alarmista ni ha
hurgado en las entretelas del drama sino que lo ha expuesto con crudeza, tal
cual, como lo han relatado quienes lo han vivido, mejor dicho, quienes lo han
sufrido.
El escritor concluye que hay seres cuya
condición humana va más allá de la capacidad para sufrir: están dotados de una
cualidad superior: la de sobreponerse al sufrimiento. “Ha sido en la mirada de
esas personas donde he visto escrito, antes de redactarlo yo, el título de este
libro: Te buscaré mientras viva”, revela Paco Lobatón en el prefacio de
esta obra, editada por Aguilar, que presentamos el pasado jueves en el Casino de Tenerife, junto a
Elizabeth Reig y el propio autor.
Porque el sufrimiento, en efecto, se palpa
cara a cara, en la cercanía, como nos ocurrió en el breve ejercicio de Delegado
del Gobierno en Canarias, en la primavera de 2008, cuando conocimos y tratamos
a los familiares de Sara Morales y Yéremi Vargas, dos casos de desapariciones
en Gran Canaria recogidos en este libro en la misma tónica de las otras doce
historias que el autor plasma de forma descarnada, se diría incluso que sin
retoques de estilo: el testimonio grabado -y descarnado- de las vivencias, de los recuerdos, de las
impresiones y de las tentaciones evanescentes, de los inescrupulosos y de los
abusadores del dolor. Es la transcripción de sus palabras, tan crudas como
francas, sin morbosidad, dichas como salen sin tapujos, acaso porque se asume,
en silencio pero siempre con un hálito de esperanza, que no hay nada que perder
al cabo de tanto tiempo. Palabras que, en su contexto, huyen de trompetas y
vientos que las deformen por mucho que las amplifiquen.
No, no es la búsqueda de más emociones la
que pretende Lobatón. Como tampoco incursionan esa vía los jefes policiales e
investigadores especializados que se esmeraron en pos de resultados que no
llegaron. O no han llegado, para ser más precisos. Cuando les tratamos entonces
también vimos la mirada exigente, las faces de preocupación, los rostros en los
que no se mueve un músculo para no dar a entender algo que luego no se ajuste y
hasta los rictus que marcan la frontera de -hasta-aquí-puedo-decir.
Cuando comparecimos en un programa
televisivo, con familiares, policías y periodistas, solo pusimos una doble
condición: evitar el sensacionalismo y respetar el dolor y la compostura de los
familiares que relataban lo que sabían impregnados de sufrimiento y de
esperanza.
Esas dos historias canarias, las de Morales
y Vargas, son también parte del contenido del libro, las que anteceden a la de
Diana Quer, “un relato poblado de ruidos consecutivos -señala Lobatón-,
sobrepuestos, en una espiral infinita”, escrito como epílogo, con el paginado
ya en máquinas, a punto de ver la luz, en el fondo “una reflexión de urgencia
ante el extraordinario impacto causado por el trágico final de la joven
madrileña, por más que ello supusiera trabajar en el cambiante panorama de las
<últimas horas> informativas”.
Ello demuestra hasta dónde llega el
compromiso del autor y hasta dónde intenta acreditar que las voces de
familiares y allegados son el mejor antídoto contra el olvido. Hasta la reina
doña Sofía es citada por el interés o la intercesión que le trasladaron en
otros países y en otros continentes.
A Paco Lobatón le mueve una voluntad de
corresponder a la sociedad el ingente crédito que le fue otorgado por su
dedicación y por su riguroso trabajo periodístico, principalmente el
desarrollado en televisión, donde dirigió y presentó un programa que nadie ha
olvidado, Quién sabe dónde, en antena de la televisión pública seis años
de forma ininterrumpida. Casi diez mil peticiones de búsqueda, de las que solo
emitieron una quinta parte, dos mil aproximadamente, a lo largo de doscientos
cincuenta entregas. Aunque este jerezano, licenciado en Ciencias de la
Información, también sabe mucho de radio y conoce la gestión de Comunicación e
Imagen en la sociedad estatal Expo 92, de modo que no son de extrañar
los importantes premios y reconocimientos que ha cosechado en su quehacer
profesional.
Es natural que se muestre agradecido porque
“es la gente quien otorga los créditos, es decir, la credibilidad”, tal como
resalta en la introducción de su volumen. “Ese es el bien más preciado, sobre
todo desde que el concepto de fama o de famoso se ha banalizado hasta extremos
irritantes”, escribe para aclarar que no se siente deslumbrado sino éticamente
motivado, sobre todo para evitar que termine predominando el olvido.
Ese empeño le lleva a promover y
vicepresidir la Fundación Europea por las Personas Desaparecidas QSDglobal, la
“herramienta cívica alternativa”, como la denomina, para perseverar “con ánimo
de logros”, a sabiendas de que en su nacimiento surgió la Carta de Derechos y
Demandas urgentes y de que se hayan registrado, en los últimos seis años,
ciento veintiuna mil denuncias, de las que cuatro mil ciento sesenta y cuatro
seguían sin resolverse.
Esa es la forma de gratitud que Paco
Lobatón desgrana en las cuatrocientas seis páginas de un libro que no deja
indiferente. Un libro para acercarnos e interpretar el dolor, la incertidumbre,
las preguntas sin respuesta, los otros silencios, las dudas que embargan por
doquier. Dedicado al corazón solidario de sus hijos, Lobatón alude al
compositor y político panameño Rubén Blades que, en una de sus creaciones,
preguntado “¿Cuándo vuelve el desaparecido?”, responde tajante: “Cada vez que
lo trae el pensamiento”.
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