No
esperen hazañas ni milagros ni nada por el estilo. Aquel 1º de mayo
masivo, reivindicativo, solidario, respuesta presencial contundente a
los desequilibrios, a las injusticias y a las precarias condiciones
laborales, a la disconformidad con el subempleo, aquel clamor popular
en demanda de trabajo para todos o de mejores salarios, esa
conmemoración ya es historia. Queda poco o nada de romanticismo, de
la identificación con lo que simbolizaba una fecha esencial en la
historia de la clase obrera y también de la democracia española. Ni
la crisis -aún no superada en varios ámbitos- estimuló la
expresión callejera de los trabajadores. Y así, el día festivo fue
aprovechado para otros menesteres, incluso por quienes a lo peor
también se encontraban en circunstancias menesterosas. Puede que,
igualmente, más de un enemigo del obrerismo o de la progresía, y
hasta en situación de paro, lanzara sus denuestos. El sol siempre
dejó un rayo para los contradictorios.
En
esta fecha, pues, sin hazañas pero con preocupaciones y carencias,
la Organización Internacional del Trabajo (OIT) nos recuerda que los
descensos del paro en nuestro país se ven contrarrestados con el
aumento de los empleos vulnerables. Con empleos impregnados de altos
niveles de precariedad y de inseguridad, con elevados contratos
temporales y de notables ingresos irregulares, además de una menor
protección social.
En
efecto, la OIT pronosticaba para el presente año un incremento de
los empleos vulnerables en todo el mundo, de manera que ya afectan al
43 % de trabajadores y trabajadoras, o sea, a siete puntos de la
mitad de la clase trabajadora. Son unos mil cuatrocientos millones de
personas quienes padecen esa vulnerabilidad. Si el crecimiento
económico mundial fue del 3,6 % el año pasado y las expectativas
para 2018 eran mantener ese porcentaje, cabe cuestionarse por su
utilidad cuando gran parte de la población no aprecia o no goza en
sus condiciones de vida de los supuestos beneficios. Y otro soporte
de duda: si en 2017 hubo ciento noventa y tres millones de
desempleados, la previsión para el año próximo es más o menos
igual. ¿Cero parados menos en dos años?
En
el último Foro Económico Mundial, en Davos, fue dado a conocer un
dato escalofriante aportado por OXFAM, una confederación
internacional formada por diecisiete organizaciones no
gubernamentales nacionales que llevan a cabo tareas humanitarias en
noventa países: solo ocho personas ricas poseen tanta fortuna como
la suma de los ingresos de los tres mil sesiscientos millones de
personas más pobres de la Humanidad. En la ciudad suiza fue
reconocido que el 1 % más rico de la población posee más que el 99
% restante de los habitantes del planeta.
En
España, el panorama es inquietante. El régimen retributivo de los
trabajadores es aún inferior a los ingresos de los trabajadores al
principio de la crisis. Según el Instituto Nacional de Estadística
(INE), los salarios de 2008, cuando se inició la recesión, fueron
superiores a los de hoy, unos quinientos sesenta mil millones de
euros. En diez años, los trabajadores españoles no han conseguido
más salario sino que ha perdido. El cálculo que se hace,
ateniéndonos a los registros del INE, es que si los sueldos se
hubieran actualizado con arreglo a la inflación, los trabajadores
hubieran ganado treinta y siete mil millones de euros más, o sea, el
3,5 % del Producto Interior Bruto Anual (PIB).
Estos
son los datos contra los que hay que luchar. Pero, sin arrojar la toalla, no aguardemos hazañas ni milagros. Al menos, que se sepa.
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