Se
asocia el verano, los meses de vacaciones, a un incremento del gasto,
a una mayor capacidad de consumo. En tiempos de bonanza económica,
la tendencia a ser menos austeros y no privarse -al menos aquellos
que se lo pueden permitir- es evidente. Pero ¿cómo incide ello en
la marcha de la economía? ¿Qué se desprende del comportamiento de
los consumidores, siquiera en un período del año muy
característico?
Por
eso es interesante interpretar los datos del Índice de Confianza del
Consumido (ICC) que, contextualizado en las entregas del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS), permite aproximarse a las
intenciones de gasto de los consumidores, a quienes se pregunta por
su percepción actual y sus expectativas de futuro para la economía
del país, su economía familiar y el empleo. El método de obtención
de datos: una encuesta mensual realizada telefónicamente a una
muestra de mil quinientas diez personas mayores de 16 años,
representativas de la sociedad española. Según el propio CIS, el
objetivo final de este Índice, uno de los más relevantes entre los
que elaboran organismos e instituciones de este país, es “ser una
herramienta útil para interpretar y predecir la evolución del
consumo privado en España”.
Como
hemos dicho, el ICC se calcula como media aritmética de los balances
de la situación actual de la economía familiar, de la economía
española y del empleo respecto a la que existía hace seis meses y
de las expectativas respectivas para el próximo semestre. Se aclara
que tanto el ICC, como los propios de situación actual y
expectativas, puede tomar valores que fluctúan entre 0 y 200. Por
encima de 100, refleja una percepción positiva de los consumidores,
y por debajo de 100, una percepción negativa.
Bien,
pues con este punto de partida obligadamente conceptual, digamos que
el ICC se situó el pasado mes de julio en 106,1 puntos, 0,9 por
debajo de lo que registraba en junio. Con respecto a julio del pasado
año, la confianza del consumidor perdió 2,2 puntos, motivado tanto
por la peor valoración de la situación actual (baja 1,7 puntos)
como por las expectativas con respecto al futuro (2,7 puntos).
En
julio pasado, según la encuesta, los consumidores valoraron la
situación actual en 101,7 puntos (0,3 menos que en junio), debido a
la caída de la evolución general de la economía (4,8 puntos) y del
mercado de trabajo (0,7 puntos), si bien la percepción de la
situación de los hogares aumentó 4,7 puntos.
En
cuanto a las expectativas, el indicador específico se situó en
110,4 puntos, con un descenso de 1,6 puntos con respecto al mes de
junio, después de que dos de sus tres componentes tuvieran un
comportamiento negativo. Lo inquietante es que la expectativa
respecto a la situación futura de la economía bajó cinco puntos y
la del mercado de trabajo, 3,3; si bien sube con holgura, hasta 3,6
puntos, la evolución de los hogares. Los
datos interanuales muestran una evolución familiar.
El
escenario, pues, revela una cierta paradoja: pesimismo público
frente a optimismo privado, bien es verdad que, si por un lado, el
Índice apunta a la baja en las expectativas de consumo, ocurre lo
contrario con las de ahorro; por otro, hay más temores de inflación
y de subida de los tipos de interés.
Según
la encuesta del CIS, el 43,6% de los españoles, una mayor parte,
pues, llega justo a fin de mes, o lo que es igual, no está en
condiciones de ahorrar. Un 35,7 % ahorra un poco de dinero y el 94, %
se ve obligado a recurrir a sus ahorros. En cuanto al porvenir, un 10
% de los entrevistados estima que tendrá mayores posibilidades de
ahorrar en el próximo año y un 14,4 % confía en que en que mejoren
sus opciones para adquirir bienes duraderos. Un 24,4 % cree que es
más difícil encontrar un trabajo que hace seis meses y un 70,3 % de
los españoles cree que el precio de la vivienda subirá el próximo
año. Quizá eso explique que solo un 4,8 % tiene intenciones de
comprar un nuevo inmueble.
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