miércoles, 15 de agosto de 2018

EL ADIÓS DE UN GENIO

David Silva (Arguineguín, Gran Canaria, 1986) oteó el horizonte, cambió el balón de pierna y lanzó un pase largo, de esos que ensanchan el campo hasta dejarlo expedito. “No resulta fácil, después de todo lo vivido...”, escribió en una carta abierta para anunciar su retirada de la selección española de fútbol. Había acumulado innumerables regates, pases y desmarques en ciento veinticinco partidos disputados en los que anotó treinta y cinco goles. Doce años vestido de rojo, con elegancia, con finura, superdotado técnicamente, futbolista nacido para ganar: ahí están un Mundial y dos Eurocopas en su palmarés.

En décimas de segundo, en esa imperceptible fase instintiva que está reservada a los genios, pensó en todos los que contribuyeron a engrandecer su trayectoria y agradeció a su familia el sustento proporcionado para llegar tan lejos, al territorio de la gloria balompédica.
Se va Silva de la selección española y queda un vacío del estilo canario, del toque, de la “sambita” (que diría Pepe Reina), de la finura, de la elegancia, del desmarque, de la habilitación en espacios inverosímiles. Aragonés, Del Bosque y Lopetegui sabían muy bien de esas habilidades, mejor dicho, de tales valores. Ahora se queda Guardiola a cuidar y administrar la madurez de un mago, seguro de que podrá exprimirla.

Si el balón tiene música (Luis Aragonés dixit), David Silva supo gobernarlo como pocos. Puso el sello canario y nos hizo disfrutar.
Sirvan sus propias palabras de despedida: “¡Gracias, suerte y hasta siempre!”. Hasta en ese pase largo acertó, el muy talentoso.

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