Los
españoles somos los europeos que más normas nos saltamos cuando nos
alojamos en un hotel. Es la conclusión de una encuesta hecha por el
buscador de hoteles y apartamentos hotelscan.com entre
turistas de toda Europa mayores de dieciocho años que hayan estado
de vacaciones en un hotel al menos una vez en los últimos dos años.
Somos
incorregibles. Un 90 % de los consultados respondió afirmativamente
cuando fueron preguntados si alguna vez habían hecho algo prohibido.
Y cuando se les cuestionó en detalle por las normas que habían
infringido en el establecimiento, los resultados son reveladores:
Un
70 % acepta haberse llevado comida del desayuno para consumirla
después. Un 53 % admite haber fumado por la ventana en una
habitación de no fumadores. Un 42 % reconoce haber robado toallas o
albornoces. Un 35 % dice haber bebido productos del minibar y
rellenar las botellas con agua o zumo. Un 28 % deja las toallas en
las hamacas de la piscina durante todo el día. Un 10 % revela haber
metido una persona más en la habitación. Y un 8 % confiesa haberse
bañado en la piscina cuando está cerrada.
Los
porcentajes son indicadores de que, aún siendo conscientes de las
obligaciones que hay que cumplir, esa normativa va más con otros
turistas que con los españoles. En efecto, de la encuesta se deduce
que tras este 90 % que encabeza la clasificación, van los italianos
en un 87 % y los portugueses en un 82 %. Británicos en un 78 % y
franceses en un 67 % completan el quinteto de clientes amantes de lo
ajeno o de las infracciones caprichosas.
Algunos
profesionales hoteleros solían quejarse de estos hechos cuando eran
detectados por el personal o por sí mismos. Les parecía no solo
indecoroso sino impropio de personas o clientes de medio/alto poder
adquisitivo y que habían abonado un precio respetable por su
estancia o alojamiento. Cuenta uno de ellos la anécdota de un señor
que fue sorprendido llevándose tres días consecutivos una jarra de
zumo de naranja tras el desayuno. Y otro revela cómo tuvo que
escuchar las voces destempladas de un matrimonio y las subsiguientes
amenazas de no volver más cuando se metían en la piscina una vez
quedara cerrada a los clientes.
Otros
directores aceptan resignadamente la desaparición de albornoces,
toallas y otros artículos con cargo a los presupuestos generales de
gastos de la empresa. Ni siquiera las amables sugerencias de comprar
las prendas (especificando el precio) o la instalación de un chip
disuade a quienes se empeñan en afanar.
Y
hay que detenerse, desde luego, en un aspecto muy llamativo de la
consulta: el consumo extra de alcohol, a partir de las existencias en
el minibar de la habitación. ¿Cuáles son las bebidas que ingieren
normalmente y cómo las rellenaban? Pues lo que comúnmente se conoce
por “bebida blanca” (ginebra, ron o vodka) cuyas botellas
rellenan con agua. Después, va el whisky que sustituyen con té o
zumo de manzana. Lo peor es la premeditación o la costumbre: un 70 %
de los encuestados admite que ya lo tenía planeado, en tanto que un
30 % improvisó. ¿Por qué lo hicieron? Hasta un 80 % admitió que
unos amigos o familiares les comentaron que era usual y no pasaba
nada.
Eso:
somos incorregibles.
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