Hacía
mucho tiempo que no asistíamos a la jubilación de un profesional de
la hostelería portuense, de ahí que nos llame la atención y
merezca ser reconocido el desempeño de Domingo Abrante, primer
maitre del hotel Valle Mar, empresa en la que ha permanecido por
espacio de cuarenta y siete años, que se dice pronto.
Domingo
lo ha sido todo en uno de los establecimientos señeros de la
industria turística local: aprendió, se sacrificó, fue
ascendiendo, conoció las vacas gordas y también los períodos menos
bonancibles, vio cómo se transformaron Colón y Martiánez y el
propio hotel que dio un salto a la modernidad justo cuando más se
criticaba que los hoteles del Puerto no se renovaban o habían
quedado obsoletos.
Domingo
trató a la familia Ybarra, propietaria; a sus administradores o
gerentes; y a directores que también marcaron estilo y diferencia.
Consta que fue un compañero de trabajo apreciado y respetado por
todos. Muy celoso con su desempeño, discreto, atento y servicial,
Abrante debe ser uno de los últimos clásicos de la hostelería
insular, integrante de esa imaginaria escuela en la que se enseñaba
con pasión (Feier, Gleixner, Iglesias, Sierra, Vera, Ortí, Reyes,
Suárez, Alfonsín, Talg y tantos otros) y se aprendía con esmero y
ánimo de superación.
Sabiendo,
además, de la importancia de la figura del maitre, en cualquier
momento pero especialmente durante la cena. Y en ocasión de
cualquier celebración especial, cuando los hoteles portuenses, en el
almuerzo de Navidad o en Nochevieja por ejemplo, sobresalían por una
oferta única y por un ambiente que gustaba compartir, entre otros
factores por el excelente servicio profesional que se prestaba.
Abrante
hizo honor a esa figura, al maitre elegante, distinguido, conocedor y
responsable, con habilidades para sortear algún contratiempo y para
persuadir al cliente de la bondad de un consomé a la reina, de una
bearnesa, de un entrecot al roquefort o de peras bella Helena.
Se
marcha pues un caballero de la hostelería pero, sobre todo, un
profesional al que dio tiempo a despedirse sin alharacas desde su
muro de una red social, o sea, agradeciendo a jefes y compañeros el
calor y el respeto que le dispensaron. Dice adiós quien, además,
junto a su padre y hermano fue todo un impulsor de la transformación
del barrio de Los Nidos, localizado allí donde el municipio limita
con Los Realejos. Domingo Abrante, toda una vida dedicada a su
profesión, deja en el hotel y en la profesión que ejerció con
solvencia un gratísimo sabor. No todos atesoran valores como él lo
hizo. Su nombre engrosa el listado de distinguidos en la hostelería
portuense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario