Algo
tiene que estar pasando para que la sanidad canaria vuelva a ostentar
el dudoso honor de ser la peor considerada en toda España. Y eso
viene sucediendo desde hace nueve años, según los datos
estadísticos de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la
Sanidad Pública (FADSP), contenidos en la decimoquinta entrega del
informe titulado “Los servicios sanitarios de las Comunidades
Autónomas”. Junto a Canarias -con cincuenta y tres puntos sobre
cientodieciocho-, Valencia y Catalunya tienen los peores servicios
sanitarios, sesenta y tres y sesenta y cinco puntos, respectivamente.
Según el vicesecretario de la FADSP, Marciano Sánchez Bayle, lo
inquietante es que, pese a existir diez puntos de diferencia, esos
puestos tan bajos son los mismos que hace casi una década. O sea, ni
siquiera cabe aplicar el dicho “a peor la mejoría”.
Los
canarios, a veces, se desesperan con el funcionamiento del sistema.
Son frecuentes las noticias sobre las listas de espera y los
esfuerzos que se hacen para reducirlas. Como abundan las
informaciones sobre intervenciones quirúrgicas señaladas a largo
plazo. O sobre la carencia de personal especializado en algunos
centros. O sobre la prestación irregular, más o menos prolongada,
de algunas unidades de hospitales públicos. O sobre los
desequilibrios de financión. Es curioso: nos parece estar escuchando
el discurso del doctor Luis Carrasco Casanova, primer candidato
socialista a la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife, allá a finales
de los setenta del pasado siglo, cuando ya exponía consideraciones
muy similares y relataba testimonios sobrecogedores de enfermos a
quienes el prolongado padecimiento mermaba diariamente su existencia
en medio de una atención muy limitada. Ahora, todo hay que decirlo,
muchas personas que han estado internadas o han sido intervenidas no
escatiman elogios a las atenciones recibidas en hospitales de las
islas. Así se advirtió el pasado año, cuando el 52 % de la
población isleña consideraba que la sanidad funciona bien y casi el
76 % de las personas atendidas la califican de buena o muy buena.
Luego
está el eterno debate sobre la sanidad pública versus privada.
Sánchez Bayle, afirma que Canarias es una comunidad autónoma “muy
privatizada y destina pocos recursos sanitarios”, hechos que
acentúan los problemas de gestión, tal como se refleja “en la
mayor lista de espera quirúrgica y de consultas externas de todo el
país”. En ese sentido, los datos son significativos: la lista de
espera quirúrgica tiene un promedio de ciento setenta y días de
espera; y la de consultas de especialistas, ciento veintitrés.
Cuando se contrastan con los registros del País Vasco, las
diferencias hacen fruncir el ceño y remarcar las dudas: cincuenta
días a la espera de un quirófano y veintiocho para que un paciente
sea atendido por un facultativo especialista de la sanidad pública.
No es de extrañar entonces que la población esté bastante
satisfecha con estas prestaciones, sobre todo cuando se comprueba que
Euzkadi es la comunidad que mayor volumen presupuestario dedica a la
sanidad pública.
Por
eso, decimos que algo tiene que estar pasando. No es consuelo
refugiarse en que las cosas no son mucho mejores en Catalunya, porque
allí todos intuimos o conocemos las prioridades de la Generalitat,
ni el empeoramiento generalizado del sistema en todas las comunidades
desde hace diez años con restricciones que la propia FADSP sitúa
entre quince y veinte mil millones de euros. Así las cosas,
respetando la iniciativa privada y las soluciones que aporta, todo da
a entender que si no hay una apuesta clara y decidida por la sanidad
pública, difícilmente mejorará la realidad sanitaria española.
Todo dependerá de la voluntad política y del modelo que asuma o
afronte cada gobierno con competencias. Es verdad que a lo largo de
los últimos tres años se han producido incrementos presupuestarios
pero diversas fuentes coinciden en que que no se ha recuperado la
situación previa. Eso significa que, en una tónica de aumento de
los volúmenes presupuestarios, hay que racionalizar los recursos
públicos, además de utilizarlos de una manera más intensa y
eficiente.
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