A
media tarde de ayer rondaba en círculos culturales del Puerto de la
Cruz una información relativa a la superación de la crisis generada
con el cierre temporal del Castillo San Felipe, Espacio Cultural,
como consecuencia de la falta de pago a la firma Lhorsa Arte y
Eventos, encargada de ejecutar
las tareas básicas para que se llevaran a cabo las actividades
programadas en el singular recinto. El cierre fue motivo de desazón
en el colectivo y también en las redes sociales, donde la
determinación ha sido severamente criticada, máxime cuando se ha
sabido que las causas del mismo obedecían no a razones estrictamente
económicas sino a la demora en la instalación de la administración
electrónica en el Ayuntamiento portuense, la baja de una funcionaria
del área de Cultura y la aplicación de la nueva Ley de Contratos
del Sector Público.
En
Lhorsa deben andar
bastante desconsolados. Desde hace unos meses sin cobrar, se vieron
abocados a entregar las llaves del Castillo. Se entiende el hartazgo
si no mediaron explicaciones convincentes. Esa firma tiene
cualificados emprendedores y experiencia solvente en materia
cultural. Precisamente, su última intervención (abrir y cerrar
puertas, funcionamiento de las dependencias, colaboración en la
instalación) tuvo que ver con una exposición de casi veinte
artistas canarios incluida en la programación de Phe
Festival, un acontecimiento que
empieza a ser muy apreciado en la oferta cultural anual del
municipio. La propia concejala delegada del área y de Hacienda,
Sandra Rodríguez, ha valorado la iniciativa y la experiencia de la
firma, con la que quiere seguir contando en el futuro, aunque después
de este trance, se da por hecho que será difícil. “El trato que
da a los usuarios es muy bueno, tenemos las mejores referencias y
ello nos da muchas garantías”, dijo Rodríguez a Diario
de Avisos.
El
caso es que, a la espera de confirmar la nueva adjudicación del
servicio, y en la confianza de que sea tan eficaz como el anterior,
el tropiezo en la gestión ha sido sensible, pese a que se hable de
la prontitud con que el recinto ha sido reabierto. Siempre hubo
dificultades para atender como se merece el hecho cultural cuya
estabilidad, por supuesto, pasa por la disposición de unos ingresos
regulares que sirvan no solo para satisfacer las tareas encomendadas
sino para motivar y estimular otras con vistas al futuro. La
actividad cultural en el Puerto a lo largo del presente mandato, sin
confundirla con espectáculos de masas, ha sido estimable. Pero ello
requiere continuidad para que se vea que hay un trabajo de sustrato,
que no son golpes de tango ni flores de un día. Lo bueno, además,
era eso: disponer de efectivos y recursos locales, es decir, que esa
actividad es válidamente sostenible para ir creciendo y para tomarse
en serio, con ese cariño y ese esmero que es difícil imprimir si no
se entiende con suficiencia el hecho y el medio local, aunque ello no
signifique exclusivas.
Se
supone que las dificultades apuntadas podrán ser superadas y “el
derecho a cobrar” se hará efectivo. Que sirva la experiencia
porque el lunar es difícil de borrar.
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