Desde
2013, o sea, hace tan solo cinco años, han dejado de circular en
Venezuela cincuenta y cinco periódicos, según el informe del
Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) de dicho país. Eso sí que es
una crisis de la que, tal como están las cosas, será difícil, por
no decir imposible, salir. Es imposible predecir cuanto tiempo ha de
transcurrir para que Venezuela se recupere: la revolución ha
fracasado estrepitosamente, aunque no lo reconozca; la fractura
social es evidente, cada vez mayor; las recetas económico-financieras
no sirven, solo aumentan la desigualdad; los agentes sociales
prolongan, abatidos, su pesadumbre y su impotencia. Lo escribimos una
vez: de crisis en crisis.
El
ámbito mediático no iba a escapar. Hace escasas fechas, cuando en
nuestro repaso diario a los periódicos, observamos que no figuraba
El
Nacional, nos
temimos lo peor. Si encima no está El
Nacional, dijimos
para nuestros adentros, apaga y vámonos. Era lunes y consultando
hemeroteca supimos que la empresa editora, al borde la asfixia, había
decidido suprimir el periódico impreso los lunes y los sábados.
Algunos rotativos norteamericanos -y británicos- ya han puesto en
marcha esa medida, bien es verdad que por otros motivos y propiciando
un nuevo modelo de negocio y de canal informativo: fortalecer el
multimedia y dejar para el fin de semana, o para el sábado, domingo
y lunes (según convenga, especialmente por los resultados
deportivos), la edición impresa, si es sin suplementos, mejor.
La
mutilación del gran periódico venezolano, forzada por la crisis y
por la presión inmisericorde del régimen 'chavomadurista' plasmada
en auténticas persecuciones judiciales, las restricciones de papel y
de materias primas, así como en el bloqueo de medios digitales, su
circulación reducida a cinco días, con menor tirada desde luego,
acogotan a un diario que aún asoma la cabeza pero cuyos ejecutivos y
profesionales son conscientes de que la resistencia tiene sus
límites.
Otros,
unos cuantos, han corrido peor suerte: durante el presente año, han
dejado de publicarse veintiséis diarios, veinte de los cuales lo
hicieron previo anuncio de cierre definitivo. Si doloroso es el
trance para personas que engrosaron el desempleo, más inquietante es
trasladar las consecuencias a la sociedad venezolana que ha ido
perdiendo, en plena crisis social y económica, opciones o canales de
información a un ritmo galopante. Es evidente que eso es lo que
quiere el régimen, cada vez más a su alcance.
Las
impresiones del IPYS tienen que ser, necesariamente, pesimistas. Cada
vez menos periódicos, especialmente en el interior, en los estados.
Solo basta navegar en uno de esos portales que agrupan cabeceras por
países para darse cuenta de inmediato de la reducción. Por
desaparición. “La gente no puede enterarse de lo que pasa ni
dispone de información de contraste”, señala el informe del
Instituto que pone el dedo en la llaga: centenares y centenares de
miembros del Colegio Nacional de Periodistas -al que pertenecen unos
veintiún mil profesionales- han perdido sus puestos de trabajo,
muchos de ellos el único que conocieron.
Pues
ese es otro dudoso honor de la revolución y del régimen: ir
acabando con el periodismo libre y con el pluralismo informativo.
Venezuela, quién lo iba a decir, en el abismo.
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