Pero,
vamos a ver director, si voy a tener que preguntar cómo se utiliza
el móvil... Uno, que siempre ha sido muy torpe con las manualidades.
Y con tantas aplicaciones, más. Pero el día está luminoso y los
vecinos van a celebrar una fecha conmemorativa que parecía tan
adormilada como el fenómeno que los aglutinaba y se ha ido
desvaneciendo. Cuando la ciudad despierta y se lanza uno al recorrido
para gozarla y sufrirla, ves ese muelle de aguas tibias y apacibles,
siempre con gente a su alrededor: algún pescador tempranero,
turistas encantados con la estampa marinera, los últimos admiradores
de la Antigua Casa de la Real Aduana y hasta algunas bañistas
bendecidas por el sol y por el Atlántico en un otoño que no es
otoño. ¿Se atreverán los vecinos, concentrados en plaza de Europa
-así bautizada por el letrado Manuel López Garcìa, sabio defensor
del Movimiento Europeo- a debatir sobre el cambio climático? Es una
buena causa, desde luego, para debatir y sumarse, no importa la
modestia de los estands, donde se concentran paneles y miniaturas
sobre la realidad local, más de su pasado, con frecuencia olvidado,
pero también con afanes solidarios y miradas proanimalistas. Están
tejiendo ciudadanía, director. Con entusiasmo y con ganas, ante la
mirada curiosa de los turistas que preguntan y prueban plátanos
maduritos mientras se asoman a El Penitente a ver la mar plácida y
los riscos santelmeros de tan grata recordación. A media mañana, ya
Colón es un hervidero y el corazón turístico de Martiánez late
con rapidez entre una ocupación de vía pública excesiva y
desordenada. En la avenida Venezuela, de varias guaguas se bajan
extranjeros para encontrarse con unas jardineras descuidadas y un
edificio 'Iders' que sigue sumergido en la noche de los tiempos y con
su aluminosis quebradiza. La batalla sigue labrándose fuera pero
entre las ruinas se trasluce la decadencia y la incapacidad. La
ciudad está despierta y radiante en esta fecha en que se honra a los
difuntos y los blancos del cementerio católico de San Carlos relucen
entre el paseo de los cipreses y el esmero de familiares y amigos que
embellecen tumbas y nichos. A la salida, El Peñón, testigo
imperturbable de hazañas deportivas pero también del devenir de una
ciudad que quiere remontar, a sabiendas de que el esplendor de otrora
no volverá. Pero nadie puede mermar su derecho a proyectarse, con su
vocación cosmopolita, al futuro entre la renovación y la
sostenibilidad. El porvenir del Puerto de la Cruz, su progreso, es un
anhelo despierto.
(Nota del autor).- Este texto fue publicado ayer en la edición de ayer de Diario de Avisos, dando contenido a la sección Fotocrónica.
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