El
duodécimo pleno de la Federación Española de Municipios y
Provincias (FEMP) aprobó, en su comisión 3, titulada
'Sostenibilidad y promoción', que incluía el apartado dedicado al
turismo, una resolución que reaviva el debate sobre la necesidad de
revisar los criterios que inspiran las fórmulas de financiación que
sirvan para mitigar el déficit de los municipios turísticos
derivado del esfuerzo inversor que ben realizar, sobre todo, para
incrementar los servicios que habitualmente ofrecen a los ciudadanos.
Es
un viejo debate, aún inconcluso, que se remonta a los primeros
mandatos municipales durante los que se contrastó el apremio de
pueblos y ciudades que debían prestar servicios (policía o
seguridad, sanidad, transporte, energía, mantenimiento, gestión de
residuos...) para la que se denominaba población flotante o
asistida, superior a la de derecho, ocasionando una distorsión
consideranle a la hora de fijar ordenanzas, tasas y tarifas que a su
vez incidían en los recursos presupuestarios. La situación, desde
ese punto, era y es bastante comprensible. Y sigue sin aclararse,
pese a los intentos, basados especialmente en estatutos de municipios
turísticos que nunca llegaron a cuajar o en los desacuerdos que
afloraban entre sus responsables no ya para tratar a fondo esta
disyuntiva sino para determinar, en efecto, cuáles son las
características o requisitos que debe reunir un municipio para ser
considerado turístico, sobre todo, a estos efectos de financiación.
El
argumento suena rotundo: en la ciudad turística hay que limpiar a
todas horas, las vías y plazas deben estar convenientemente
vigiladas, el mantenimiento es fundamental para que el visitante se
encuentre a gusto y se lleve la mejor impresión, los servicios
públicos, en definitiva, deben funcionar a plenitud. El sector
privado, en general, suele ser cada vez más exigente con las
prestaciones y suele echar la culpa a los ayuntamientos cuando se
elevan las quejas y se crea una realidad -no siempre ajustada- de
deficiencias en las prestaciones que se llevan a cabo desde la
administración. También se genera, de modo recurrente, una
controversia interna que se presta a la utilización política,
Y
todo eso significa que hay que financiar. Por lo tanto, existe un
sobrecoste que, según la citada resolución del duodécimo pleno de
la FEMP, “no se ve reflejado en ingresos adicionales que ayuden a
paliar el mayor gasto al que deben hacer frente este tipo de
municipios por el hecho de ser turísticos”, sobre todo los que
están enclavados en zona costera. Aunque no deja ser una declaración
de intenciones, lo cierto es que los munícipes han resuelto que sea
la Federación la que promueva del debate, “instando al resto de
administraciones para que las competencias en la gestión del litoral
sean más eficientes”.
El
caso es que andamos en el undécimo mandato a los ayuntamientos
democráticos y la asignatura sigue estando pendiente. Ni las
mancomunidades ni las privatizaciones han servido de mucho, mientras
el turismo avanza incontenible y sus practicantes quieren más y
mejor calidad de condiciones para sus estancias vacacionales o de
descanso.
Cuestión
de ponerse manos a la obra o de dejar en evidencia un cierto grado de
incapacidad que termina desembocando en la incompetencia.
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