Cinco
días de campaña y un debate electoral. Del que se estará hablando,
por cierto, hasta la fecha del cierre. Hay un hecho que no debería
pasar inadvertido: la propaganda tramposa en redes sociales. Parecía
una información más, de esas que proliferan a propósito de las
noticias falsas, de las paparruchas que circulan sin control. Pero,
una vez detectado el nudo, el algodón de las investigaciones ha
dejado pruebas clarividentes de campañas orientadas a la
desmovilización de los adversarios de determinada opción política.
El método fue ensayado con éxito, en Estados Unidos y Reino Unido,
pero, sobre todo, en Trinidad y Tobago, en 2010: se tratata de
fomentar la abstención de los rivales haciéndose pasar por
colectivos o identidades supuestamente afines. Eso: supuestamente.
Si
en el país caribeño, la cuestión, consistente en desmovilizar a
los jóvenes, aprovechando su indolencia, funcionó con éxito, aquí
en España había que desgranar el descontento, el hartazgo de la
sucesión de convocatorías electorales y asuntos colaterales, como
la crisis continuada de Catalunya acentuada por la sentencia
condenatoria del Tribunal Supremo (TS) y otros como los registros del
desempleo y las migraciones. El secreto estaba en la utilización
perversa de las redes y propiciar el alejamiento de la política,
tener a ésta, poco menos, como una actividad funesta, estéril y
hasta perniciosa para la sociedad. La respuesta en Trinidad fue
exitosa, como se reflejó en los resultados electorales, claramente
influenciados en una de las direcciones que pujaban. La consultora
(Cambridge Analytica) ha estado bajo investigación judicial pero lo
ocurrido solo sirve para tener presente la experiencia. Es muy grave:
con esos métodos se puede influir en el resultado de unos comicios.
Hay que ponerse a temblar cuando las encuestas en nuestro país
siguen dado un alto porcentaje de indecisos.
Aleix
Sanmartín, el gurú electoral del PP, ha negado toda relación con
la campaña de uno de sus empleados, Josep Lanuza, para promover la
abstención. También ha hecho lo propio el partido de Pablo Casado.
En cualquier caso, en las últimas elecciones andaluzas estuvo detrás
de una plataforma denominada 'Socialistas por el cambio', que
criticaba duramente a Susana Díaz para promover la desmovilización
de los votantes del PSOE.
Es
preocupante que en la evolución de esta información el episodio más
reciente sea que la red social facebook
no
tomará medidas ante el acopio de páginas falsas que emite mensajes
o noticias a favor del partido conservador. Pese a que portavoces de
la red coincidden en señalar que no violan sus políticas, lo cierto
es que ocho de dichas páginas ya han sido clausuradas. Según el
periódico El
País, surgieron
dudas sobre la determinación del cierre de aquéllas: ¿la hizo
facebook
o
el administrador de quien las contrató?
Lo
peor es que la citada red social proclame, poco menos, que es
legítimo crear sitios falsos o páginas adulteradas para influir en
campañas electorales. ¡Ay, democracia, cuán anchas deben ser esas
espaldas para que ahora tengan que aguantar esto! Dicen desde
facebook
que
su única obligación es revelar quién paga ese mensaje para que los
usuarios y consumidores de información lo sepan, sin reparar en que
esa es una tarea difícil de contrastar y cuya investigación puede
llevar meses, bien superada la campaña y hasta la propia jornada
electoral.
El
asunto, desde luego, no debería pasar desapercibido. Es trampa y no
debería dar igual. Y posturas como la de
esta
red deben ser analizadas y revisadas. Hay mucho en juego. Incluida la
manipulación de las redes, su perversión y su pérdida de
credibilidad.
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