Hace algunas semanas escribimos en
el muro propio de una red social que pronto diríamos adiós a la
esquina redonda. Así, sin más, con algo de intriga o de enigma, a
sabiendas de que muchos usuarios, especialmente los portuenses,
sabían/saben de qué rincón de la geografía urbana estamos
hablando.
Las obras de derribo han comenzado
y, en efecto, ese conjunto de edificaciones localizado en la
intersección de las calles Valois y Esquivel, en las inmediaciones
de la Punta de la carretera, justo enfrente del complejo 'Belair',
pasará a ser historia. Un chaflán curvo las identificó durante
décadas y las integró en el lenguaje coloquial: siempre tendremos
algunos rasgos característicos, de los que nos ocupamos en esta
entrada, pero en unos meses la fisonomía urbanística será otra.
Se trataba de un conjunto de tres
casas contigüas, gemelas, propiedad de la familia de Juana del Pino
Cabrera, sin olvidar la de Catuja Luis del Pino cuando casó con
Miguel Tamajón. Elementos distintivos, una cornisa de piedra y el
parapeto elevado, típicos de la arquitectura urbanística de
principios de siglo. En los años cincuenta, el arquitecto Félix
Saénz Marrero se propone intentar la reforma con un proyecto en el
que se contemplan las dos alturas. Saénz se inspira en una de las
fotos más antiguas que se conservan: frente al citado complejo,
inicialmente de uso residencial turístico, un rascacielos de los
sesenta, había un muro blanco redondeado. Y se quedó 'esquina
redonda'.
Dio nombre a la dulcería que se
mantuvo abierta durante años y algún que otro miembro de la familia
que la tuvo como medio de vida. El último morador fue Miguel Suárez
Luis, activo y destacado miembro de cofradías y celebraciones
religiosas. La tía Dolores (Lola) fue la verdadera 'alma mater',
siempre presente, siempre atenta a la confección, sus fórmulas
celosamente guardadas, con las cantidades exactas de azúcar, huevos,
cacao, vainilla, guindas... en fin, todos los ingredientes que
distinguieron el sabor y los productos de la 'esquina redonda',
además de un inconfundible y gratificante aroma que embargaba a casi todo el
barrio.
Entre
esos productos -y no es broma- estaban los célebres 'recortes de
dulces', que los escolares devorábamos para unas memorables
meriendas.,
en
la plaza de la Iglesia. O donde fuese. Ahorrábamos y acudíamos al
establecimiento para adquirir unos papelones que surtían
sobradamente.
Ya en los años ochenta, la
actividad comercial se amplió con una pequeña confitería, que
continuaba la tradición, y una oficina inmobiliaria, ya en los
noventa, en régimen de alquiler. Es probable que queden testimonios
de su uso como vivienda de alquiler turístico, cuando tras la
reforma, igual que sucediera con otros inmuebles espaciosos en el
Puerto de la Cruz, acogía a turistas que convivían con los
propietarios durante sus vacaciones o durante una estancia más o
menos larga. Una suerte de pensión o residencia.
Pues ha llegado la hora de decir
adiós a la popular esquina redonda. El Puerto que fue, el Puerto que
conocimos y vivimos. La ciudad que ya es historia. El chaflán curvo
que distinguió a un sector de sus viales, entre clásicos (Esquivel)
y modernista (ampliación de Valois). Ahora, sin que sepamos si hay
fuente inspiradora, una nueva fisonomía. A ver.
1 comentario:
Creo haber subido una fotografía de la esquina redonda...la buscaré hoy, se van perdiendo los lugares que fueron rincones emblemáticos...pero bueno...mientras estén en la memoria de los que los disfrutaron y vivieron...se mantendrán presentes....maravillosa semblanza de ese rincón Salvador..como siempre, da gusto leerte...
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