Después de la pandemia, se abrían muchas incógnitas con los planes –y hasta estilos- de comunicación que habrían de afrontar las empresas y las marcas que patrocinan. No abundan, desde luego, las certezas.
Menos mal que sectores como el turismo se han recuperado y ello
ha favorecido un cierto tono de emprendimiento o de renovación. Pero hay que
ser muy pretenciosos o haberse venido demasiado arriba para barruntar cómo
serán los escenarios de futuro en los que nos vamos a mover o nos estamos
moviendo, al menos aquellos que han tomado la delantera. Para eso, es mejor no precipitarse, mantener
la cabeza fría, darle tiempo al tiempo y no hacer demasiado caso a las
predicciones que se hagan al respecto, sobre todo si éstas pertenecen sin
matices al género del apocalipsis catastrofista. “Ya vamos bien cargados de
pesimismo y dramatismo como para incorporarle todavía un poco más de cicuta a
nuestras perspectivas económicas”, escribió hace algún tiempo el periodista y
consultor de comunicación Juan Carlos Blanco.
La primera certeza reside en que las empresas tienen que
esforzarse más en destilar autenticidad y compromiso con la comunidad en la que
quiere prestar sus servicios. En opinión de Blanco, seguramente ya no se apele
con tanto ahínco a lo emocional, a la solidaridad, a la empatía y a la
sensibilidad con los que sufren como lo que estamos viendo ahora cuando a la
lucha contra el virus hay que sumar la que se libra en los otros frente bélicos
(inflación, especulación, cambio climático, desinformación, populismos…). La
invitación al compromiso, en cualquier caso, va a permanecer mucho tiempo. Y
eso no es malo.
La tesis de Blanco es que, ante todo, ya no se podrá decir por
parte de las empresas que prefieren no comunicar o mantener un perfil bajo.
Habrá que retratarse. Entre otras razones, porque, después de la
pandemia, tendrán que seguir esmerándose en demostrar que su
responsabilidad social corporativa es mucho más que una pomposa declaración de
intenciones que tiene más de postureo que de realidad.
Es natural entonces que las marcas se vean más exigidas, en
todos los órdenes. Más transparencia, más autenticidad en lo que hacen,
incrementar el valor y aumentar las acciones de rendir cuentas. Y no solo
pensando en los clientes, consumidores y ciudadanos en general. Igualmente, en
el entorno, en la comunidad en la que se desenvuelven.
En cuanto a la segunda de las certezas, tiene que ver con la
comunicación digital. En los meses de pandemia, hemos aprendido a videotrabajar
(y hasta a 'videoquedar’ con los amigos y con la familia) y también hemos
empezado a asimilar la importancia de contar con una mínima estrategia digital
para las marcas, en la que debemos construir un buen relato.
Juan Carlos Blanco da un paso más allá. Habla de la interiorización
que deriva del cuidado de la reputación de las marcas, que comienza, según el
periodista, en las trincheras de las redes sociales y de los canales de
mensajería; y que éstas, al contrarioi, en la capilla ardiente de la imagen
pública pueden convertirse en verdaderas fábricas de buena reputación. De ahí
que recomiende empezar a trabajar cuanto antes la imagen de compromiso y de
autenticidad a la que nos hemos referido
El negocio de la comunicación empresarial siempre ha tenido
mucho de cuidado de la reputación. Cuando la pandemia sea historia y no haya
que revivir una experiencia similar, muchísimo más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario