Estarán al
tanto de la emisión de un sello de correos con motivo del centenario del
Partido Comunista de España (PCE), cuyo primer congreso se celebró en marzo de
1922. Tuvo su momento álgido tras la constitución del Frente Popular y por su
papel en la guerra de España, cuando participó con varios ministros en el
Gobierno de la República, derrotada en la contienda. Después, en el antiguo
régimen, pese a las duras condiciones de clandestinidad, el PCE asumió un papel
de motor de las organizaciones que lucharon por la democracia.
Días
pasados, a la vista de los dimes y diretes que suscitaba la emisión del sello,
se nos ocurrió una frase tan sencilla e inocua como esta, “que un sello de
correos dé para tanto…”, la cual insertamos en la red social que frecuentamos y
generó uno de esos hilos en los que se habla de todo, en este caso, menos del
sello o de su aparición.
Y es que las
expresiones utilizadas reflejan lo que luego contrastamos en las redes: polarización,
discordia, mentiras, desconfianza… palabras que describen la actualidad no solo
en la democracia española sino también en otras occidentales.
Efectivamente,
tres profesores de la Universidad Carlos III, Antonio Gaitán, Javier Lorenzo y
María Luego, han firmado un trabajo en el afirman que “nuestra esfera pública
se desliza por una pendiente en la que la discusión razonada sobre el interés
general va dejando paso a un circo posmoderno donde la perversión del lenguaje,
la descalificación del adversario y los “hechos alternativos” lo contaminan todo”.
En su
opinión, es evidente que internet y las redes sociales han deteriorado
notablemente, tanto en el fondo como en la forma, la divergencia de opiniones o
la discrepancia, de modo que así se acentúa la diferencia política, algo más
que la rivalidad que, a estas alturas de la democracia, debería ser más sana.
“En la actualidad –escriben- las dinámicas generadas en el espacio virtual nos
alejan del debate informado, sosegado y con voluntad de entendimiento que, al
menos en teoría, se presenta como signo distintivo de una democracia de
calidad”.
A mediados
del siglo pasado, el economista austríaco,
Joseph Schumpeter, el hombre que predijo el fin del capitalismo, una
figura clave para entender la economía de hoy, anticipó que el gran problema de
la democracia moderna, es que “los ciudadanos no están dispuestos a asumir el
enorme coste de tiempo y el esfuerzo que supone estar bien informado sobre cada
uno de los asuntos que ocupan el debate político”.
El caso es
que ese fenómeno se da cuando más opciones hay, cuando vivimos en la sociedad
de la información. Y cuando un sello de correos da para tanto.
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