Más
de setenta y cinco millones de visitantes en 2016. Todo da a entender
que, pese al encendido de las luces de la competencia y la
inestabilidad en Catalunya, en el presente año esa cifra será
superada y habrá nuevo récord. El sector turístico registró
crecimientos superiores al 3 % en los últimos meses y, según
distintos informes, saludados por la patronal, es uno de los que más
empleo ha generado, bien es verdad que muy ligado a la
estacionalidad. Los expertos aseguran que es el momento de gestionar
el éxito de forma sostenible.
Por
ejemplo, dedicando atención y recursos a la formación, una de las
asignaturas poco atendidas, pese a que varias voces empresariales han
coincidido en la necesidad de tomársela en serio no solo para
cualificar la mano de obra sino para producir respuestas que
correspondan con los niveles de exigencia de los clientes, cada vez
más altos.
Es
tarea de todos, tanto de las administraciones, universidades y del
sector público como de los operadores privados y empresariado del
sector. La formación atañe a todos. Los profesionales al servicio
del turistas han de esmerarse: ya no basta con el voluntarismo. Por
eso, son convenientes y necesarios los convenios de universidades,
escuelas de turismo y centros de formación con asociaciones y
entidades del sector privado para llevar a cabo programas de
prácticas y estancias de formación, especialmente para los recién
titulados, pero también de reciclaje y asimilación a quienes ya
tienen un puesto de trabajo pero necesitan ampliar o actualizar sus
conocimientos. Si es necesario insistir en que otros gremios como
taxistas, conductores, oficinistas y policías, también deben
mejorar su formación, se hace. La formación es clave para realzar
una oferta y un producto, en definitiva, para hacer honor a las
prestaciones que se demandan.
Tan
solo las innovaciones tecnológicas obligan a tomar conciencia sobre
esta necesidad de una formación adecuada y constante. En ese
sentido, poner en marcha un sistema de becas y ayudas resulta
primordial para estimular la reflexión y la participación de
quienes, ya con obligaciones laborales o a punto de mejorarlas y
consolidarlas, han de sentirse motivados para madurar su experiencia
y su misma trayectoria profesional.
Hasta
se podría pensar en nuevos y transparentes programas que las
empresas, posteriormente recompensadas, pondrían en marcha con
estímulos procedentes del sector público. Se trata de crear una
cultura apropiada para facilitar el acceso a la formación y
capacitación profesional, teniendo en cuenta las circunstancias y
perfiles de las empresas y de los propios empleados.
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