En
las fechas que anteceden a la conmemoración del 25 de noviembre, Día
Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer,
reflexionemos nuevamente sobre su origen y evolución: es la
consecuencia de la discriminación y las desigualdades de género. En
nuestro país, además, las repercusiones del caso de una agresión
sexual en Pamplona, están dando mucho que hablar. Como en otras
ocasiones, lo peor es que se fortalece la impresión de que las
soluciones -incluso las derivadas de la administración de justicia-
son tardías o insuficientes. Pero ese es otro debate.
Ahora,
ocupémonos de los datos del informe sobre los Progresos de la
denominada Agenda
2030, elaborado
por la Asamblea de Naciones Unidas (ONU). Son muy llamativos:
referidos
a 87 países y recolectados entre 2005 y 2016, el 19% de las mujeres
de entre 15 y 49 años de edad dijeron que habían experimentado
violencia física o sexual, o ambas, a manos de su pareja en los doce
meses anteriores a ser preguntadas sobre este asunto. En 2012, casi
la mitad de las mujeres víctimas de un homicidio intencional en todo
el mundo fueron asesinadas por su pareja o un familiar, en
comparación con el 6% de los varones. Además, apenas la mitad de
las mujeres de entre 15 y 49 años (un 52%) que están casadas o
viven en pareja, toman sus propias decisiones en materia de
relaciones sexuales consentidas, usan anticonceptivos y acuden a los
servicios de salud. Esa estadística se basa en datos disponibles en
torno a 2012 sobre 45 países, 43 de ellos de regiones en desarrollo.
Otra apreciación del Informe de la ONU: la violencia contra la mujer
se exacerba en los conflictos armados. En cambio, la igualdad de
género ayuda a evitar conflictos, pese a lo cual las medidas en pos
de una mayor inclusión, liderazgo y protección de las mujeres en
las tareas de la consolidación de la paz siguen siendo insuficientes
y, en algunos lugares, incluso se han producido retrocesos en este
sentido, según un reciente artículo de Onu-Mujeres,
la agencia de las Naciones Unidas defensora de mujeres y niñas.
Por
todo ello, la ONU ha promovido, desde 2008, la iniciativa ÚNETE
para poner fin a la violencia contra la Mujer. En
esta edición, se desarrolla bajo el lema “Que nadie se quede
atrás: pongamos fin a la violencia contra las mujeres y las niñas”.
Se quiere centrar la atención en personas marginadas y desatendidas,
incluidas en la población de refugiados, migrantes, apátridas,
minorías, pueblos indígenas y capas sociales afectadas por
conflictos y desastres naturales.
El
fenómeno es lo suficientemente grave como para que la propia ONU
considere que la violencia contras las mujeres y las niñas es una de
las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes
y devastoras del mundo.
Hay
que acabar con esa lacra.
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