Los
datos del mes de octubre referidos al desempleo revelan, cuando
menos, dos apreciaciones: por una parte, una cierta contradicción
con los de la Encuesta de Población Activa (EPA); y por otra, el
incremento del paro en Catalunya, a la que, como es obvio, está
afectando su gravísima crisis política.
Es
curioso porque subieron los parados y la afiliación a la Seguridad
Social durante el pasado mes. Son 56.844 desempleados más y 94.368
nuevos cotizantes. Ya son 18,4 millones de afiliados. Catalunya se
lleva la peor parte: 14.968 desempleados más, el mayor incremento
desde 2008, un 3,67 % en números relativos, el doble que en España.
Aparte de que el Gobierno haya encontrado un nuevo párrafo para su
argumentario sobre las consecuencias de la inestabilidad catalana, lo
cierto es que el enfriamiento se nota en las afiliaciones a la
Seguridad Social cuyo número crece justo la mitad de lo que lo hizo
en el mismo mes del año pasado, quebrando de ese modo el buen
comportamiento que ha mantenido durante todo el año.
Algunos
analistas interpretan que, sin embargo, con los datos sobre la mesa,
la mejora laboral continúa. Una vez más, hay que tener en cuenta la
coyuntura de la estacionalidad, de modo que se explica el tirón de
la educación (137.152 ocupados en servicios educativos), con el
comienzo del curso escolar, y el bajón de la hostelería (60.030
ocupados menos), con el final del verano. Dos datos más: la subida
de 18.000 nuevos puestos de trabajo en el ámbito de la construcción;
y de 26.000 en el sector público.
Desde
el Ministerio de Empleo han destacado especialmente el buen dato de
contratación en octubre, cuando creció un 2% mensual. Los contratos
indefinidos subieron un 5% respecto a septiembre, el triple que los
temporales (1,6%). Este mejor comportamiento de los contratos
indefinidos se da también en términos interanuales, con un
incremento de los indefinidos del 21% en comparación con hace un
año.
Esa
tónica optimista se aprecia también con las previsiones: se cree
que al terminar 2017, se habrán superado los veinte millones de
contratos en un solo año. Una mayor rotación laboral y la menor
duración de los contratos son determinantes en ese sentido. Claro
que eso pone al desnudo la precariedad de la que tantas veces se ha
hablado: la temporalidad, recordemos, llegó a alcanzar el 27,4 %
durante el pasado verano, según la EPA. Pero se sitúa en el 31,5 %
si la referencia es la de los contratos registrados en el sistema de
la Seguridad Social. El porcentaje sigue creciendo (hasta el 41,2 %)
cuando a los temporales se añaden los ocupados indefinidos con
trabajos a tiempo parcial, la modalidad que tantos rechazos sigue
cosechando, por cierto.
Entonces,
el optimismo es menos visible. Hace diez años, había 15 millones de
asalariados. Ahora, se rozan los 14. Es por tanto un mercado con
menos puestos de trabajo, por lo que la precariedad se convierte en
un factor agravante. Todos contra ella.
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