Se
pregunta José A. Pérez Ledo, en un artículo publicado en
eldiario.es si convendría
una asignatura de pensamiento crítico. Respuesta afirmativa, claro.
Tal como evoluciona la sociedad de este país, tales son los males
que la afectan, tal es el déficitr de formación que hay que
procurar incluso que no sea optativa o contenido de un trabajo de fin
de curso: hay que incluirla en planes de estudio y en diseños
curriculares. Estaría, según el citado autor, específicamente
diseñada “para que el alumnado entienda la necesidad de dudar, de
buscar fuentes, de confrontar versiones”.
Claro que tras lo
ocurrido con “Educación para la ciudadanía”, no cabe hacerse
demasiadas ilusiones. Pero si hay que reivindicar, se hace. Porque la
deriva de algunos comportamientos sociológicos, la galopante
deshumanización, el facilísimo acceso a los bienes de provisión
entre menores y jóvenes, los desequilibrios, los imparables avances
tecnológicos y el influjo -no siempre positivo- de las redes
sociales y de los propios medios de comunicación, obligan a
posicionarse, a advertir y a prevenir: ya está bien de dejar hacer y
dejar arrastrarse por las corrientes que se abren y se imponen, sin
reparar en gastos, no importan sus consecuencias.
Hay
que remontarse a los años noventa del pasado siglo cuando cobró
carta de naturaleza la preocupación por la conformación de una
ciudadanía activa en pro de la paz y la equidad. El asunto figuró
en varias agendas internacionales hasta que la UNESCO, en 1995,
aprobó una Declaración y un Marco integrado de acción
sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y la
Democracia, que fue una especie
de guía de actuación para muchos países. “Educación para la
ciudadanía” dispensaba el epíteto intercultural. Se trataba de
favorecer, desde las escuelas españolas, la construcción de una
ciudadanía respetuosa con la diversidad cultural, social y
religiosa, con prácticas de género equitativas, consumidores
equilibrados y promotores de la paz y el desarrollo sostenible y
equilibrados.
Luego,
hace menos de un año, fue la Federación de Asociaciones de la
Prensa de España (FAPE) la que promoviera la inclusión en el
denominado Pacto por la Educación y en
los planes correspondientes el estudio de la función de los medios
de comunicación, de modo que los escolares, a partir de la etapa de
Enseñanza Secundaria, enriquecieran sus conocimientos y se
convirtieran, a la larga, en ciudadanos más críticos, con los
mismos medios y con la realidad en la que se han de desenvolver.
La iniciativa fue
elevada a los grupos parlamentarios del Congreso. La preocupación
mostrada por los periodistas españoles trataba de hacer ver a las
nuevas generaciones la necesidad de “valorar la importancia de la
información, un derecho de los ciudadanos reconocido en la
Constitución Española, en la formación de la opinión pública y
su papel esencial como testigos veraces de la vida política,
económica o cultural”.
Las circunstancias
propician un debate interesantísimo para determinar si se inserta en
el currículum académico el pensamiento crítico. Igual esa
disparidad a la hora de repartir culpas o responsabilidades se troca
en una voluntad colegiada de querer avanzar en la búsqueda de
soluciones para una educación mejor, para una sociedad mejor
formada. Se trata de no resignarse, de no creer sin más, de aceptar
sin remisión lo que agentes poderosos impongan o sesguen. Pérez
Ledo es el primero que da ejemplo cuando duda de que el poder
político vaya a apostar por el pensamiento libre “al fin y al
cabo, su principal enemigo. Pero solo por eso, convendría abordar
este debate desde todos los frentes posibles”.
1 comentario:
Buenas, Salvado. Certero y necesario artículo. Buen artículo, también, el que citas de ese buen y serio medio digital. Sin embargo, no coincido en la necesidad de una asignatura específica de pensamiento crítico. Sí en potenciarlo. Ya existen asignaturasi relacionadas o que debían estarlo, con el pensamiento. Sería cuestión de potenciarla y de que ese pensamiento fuera uno de los ejes principales de cualquier acto educativo. Coincido contigo en echar de menos la educación para la ciudadanía, tan necesaria, como la educación afectivo-sexual, sustituida por la educación por no gráfica. Cuando abandonas un campo, es rápidamente sustituido y no precisamente por lo mejor. Coincido, igualmente en lo difícil de que este gobierno u otro 'ciudadano' opte por ello. Pacto por la educación, sí, pero no de cualquier manera. Mientras, tenemos que confirmarnos con ingentes cantidades para fomentar el trasnochado espíritu patrio y no en otras cuestiones más necesarias relacionadas con la necesaria formación humanística con el también necesario desarrollo tecnológico que nos haga dejar de ser exclusivamente un país de servicios. Veo con envidia como en el país vecino, su presidente está empeñado e invierte mucho dinero en un plan para situar a Francia en el centro de la inteligencia artificial, consciente de que sólo apostar por ello, puede generar progreso y trabajo en su país en torno a su desarrollo. Disculpa que haya terminado casi escribiendo yo un artículo y felicitarte nuevamente por tu reflexión. Un abrazo
Publicar un comentario