En
lo que va de año, veintisiete mujeres (más un niño, una niña y un
hombre) han sido asesinadas, seis de ellas por hombres no parejas o
ex parejas. Las cifras, mejor dicho: la cantidad, aunque solo una
fuera, acreditan que el problema de la violencia de género sigue
siendo una lacra social. Hay un machismo criminal superlativo: los
poderes públicos, la sociedad, no pueden con este fenómeno.
Ahora
que la Fundación Grupo Norte (una entidad sin ánimo de lucro,
gestionada por un patronato independiente que preside Almudena
Fontecha, orientada a la gestión de recursos, proyectos y
actividades para la atención a colectivos sensibles o
desfavorecidos)) ha dado a conocer la convocatoria de la tercera
edición de su Premio de Periodismo contra la Violencia de Género,
concebida para distinguir aquellos trabajos que contribuyan a la
difusión de valores contra la violencia de género con un
tratamiento adecuado; y ahora que menudean los debates en las redes y
en los medios sobre el alcance o la dimensión de este tratamiento,
resulta interesante reflexionar sobre el papel de medios y
periodistas en ese contexto.
La
aportación del presidente de la Federación de Asociaciones de
Periodistas de España (FAPE), Nemesio Rodríguez, es determinante:
hay que poner el foco sobre la mujer maltratada en los medios, ha
venido a decir. Pero ha recordado también que es indispensable la
voluntad política para que el Pacto de Estado contra la Violencia de
Género fructifique. De ello se deduce que la unidad de acción es
fundamental para contribuir a erradicar este mal de nuestro tiempo.
“Tenemos
el deber de contribuir a erradicarlo -expuso Rodríguez, durante la
presentación de la convocatoria. El papel de la prensa,
precisamente, es defender la libertad y la dignidad de la mujer con
el fin de conseguir que la propia sociedad se conciencie”.
Lo
palpamos prácticamente en cada caso, en cada suceso. Para la
ciudadanía, para los consumidores de información, los medios y los
profesionales son una fuente primordial, de ahí su “alta
responsabilidad pública” a la que se refirió el presidente de la
FAPE. Es máxima, pues, la exigencia del rigor en la obtención de la
información como en su plasmación: las prisas y los afanes de
anticipo no deberían incidir a la hora de transmitir la información
de unos hechos siempre dolorosos. Hay que poner el foco sobre la
mujer maltratada en los medios, precisamente para protegerla y para
rechazar a los maltratadores, un objetivo común de todos los
estamentos sociales.
La
libertad y la dignidad de la mujer están por encima de todo. Hemos
de ser sensibles a esa suerte de axioma. Nemesio Rodríguez ha sido
contundente: hay que contribuir a erradicar la violencia del machismo
reprobable. Esas cifras son inaceptables.
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