Se
han salvado los niños que habían quedado atrapados en una cueva de
Tailandia. Dadas las circunstancias que íbamos conociendo a diario,
parece un milagro. Ha sido un dispositivo de rescate bien
desarrollado, eficaz y de inmejorables resultados, pese al
fallecimiento de un buzo que intervenía en la operación, amenazada
por la inminente aparición de las lluvias monzónicas que, sin duda,
hubieran complicado la situación.
Iban
contra todo: el infortunio, los obstáculos del subsuelo, la carencia
de oxígeno, la oscuridad, la presión psicológica, la incertidumbre
anímica... y se supone que otras muchas adversidades. A pesar de
todo ello, salieron. A ver cuánto tardan en hacer la película de
esta realidad que ha sido la salvación de estos adolescentes
tailandeses integrantes de un equipo de fútbol. El mundo contuvo el
aliento unas cuantas fechas, a la espera de un final feliz, reflejado
ayer en imágenes de un centro hospitalario donde han quedado
internados a la espera de la recuperación tras las pruebas médicas
correspondientes.
Ha
sido una operación exitosa, sustentada también por una probada
solidaridad. Las autoridades de aquel país han dado un ejemplo. Los
efectivos y especialistas que intervinieron han acreditado su
pericia. Pero la idea de un auténtico milagro, de un resultado
extraordinario, no puede borrarla nadie.
Cuando
tantas tragedias se acumulan, cuando tantos niños o menores
inocentes son los grandes perdedores, cuando tantos pierden la vida
víctimas de guerras, conflictos, comportamientos impropios,
diásporas plenas de riesgo o decisiones políticas disparatadas, la
excelente noticia de la salvación en la cueva tailandesa es,
necesariamente, satisfactoria.
No
hubo resignación, nadie se rindió. Y eso es también digno de
destacar. Una reacción apropiada y una diligente respuesta, pese a
los imponderables y los elementos concurrentes. De vez en cuando, la
actuación coordinada, la prontitud, la pericia y la profesionalidad
producen resultados que proporcionan alegrías inmensas.
Tanto,
que si se habla de milagro, no parece exagerado.
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